Es que esa montaña de dinero, en las manos de un funcionario público, tenía la característica de poder convertirse, al sonar de los dedos del poderoso o de las manos, cuando sea el caso, en fango de estiércol que repugna a muchos y cautiva y atrapa, a otros. 

Para los bien formados, para los que poseen una sólida estructura ética, transitar en medio de la tentación no altera en nada su vida: caminan como si llevaran puesta una gruesa escafandra. Pero aquellos que ven en cada contrato, en cada obra, por pequeña que sea, la oportunidad de la vida para cambiar de estatus, para asegurar un futuro y para hacer lo que se soñó y nunca se pudo, influenciar el destino de 250 mil millones de dólares es algo que no se podía dejar pasar. Fue un súper ministro, todos los grandes contratos de obra pública, de una u otra manera, pasaban por sus manos. Y tanto poder, tanta capacidad de decisión, directa e indirecta, solo podía tener una explicación: la confianza y la complicidad, como dicen, de los que dominaron la escena política argentina por 12 larguísimos años, el matrimonio Kirchner, Néstor y Cristina, ambos presidentes de la república. 

Ese ministro, que nunca creyó que sus pasos por la función pública algún día iban a ser seguidos por la justicia, hoy está en la cárcel y se llama Julio de Vido.

Dirigió el Ministerio de Planificación Federal “desde el primer día de la presidencia de Néstor Kirchner - 25 de mayo del 2003 - hasta el último de Cristina Fernández de Kirchner, 10 de diciembre del 2015”. Y como si fuera un diestro torero buscando evitar la embestida del toro, salió electo diputado. 

Sin embargo, esta movida finalmente de nada le sirvió. Le imputan numerosos cargos. Una oficina que hace las veces de Comisión Anticorrupción, “querella o monitorea 21 causas”. Son de diferente naturaleza, pero obviamente tienen un denominador común: que el dinero público vaya cuanto más se pueda a bolsillos de particulares. 

Se lo acusa, por ejemplo, de trazar una ruta para sacar dinero fuera del país, de comprar chatarra ferroviaria en España y Portugal -vagones que tenían el piso podrido- de entregar dinero a una dirigente popular para ejecutar obras ya construidas, etc., etc. ¡¡Increíble!!

Hoy se lo llama el ministro más corrupto de la historia y su suerte está en manos de la justicia argentina que se ha tornado ágil con la llegada de Macri al poder. Ojalá se siente un precedente.