Es quien, después que manejó a su antojo la política exterior ecuatoriana, regresó a su país que para la fecha era gobernado por un ex tupamaro, que lo ubicó en importantes funciones para posteriormente incrustarlo en la UNASUR. Y fue justamente este nefasto personaje el que nos dejó como asilado político a un delincuente común, perseguido por la justicia de Suecia por haber violado sexualmente a dos mujeres de ese país.
Por ello no ameritaba concederle asilo-protección en nuestra sede diplomática y recibir muestras de admiración, visitas, abrazos y cariñosas muestras de amor “revolucionarias”, llegando al extremo de que los ministros de Relaciones Exteriores consideraban obligación, como parte de sus funciones, ir a Londres a postrarse a los pies de Juliancito Assange y hacerle saber que el gobierno de la Robolución Ciudadana consideraba un honor tenerlo como huésped ilustre en la casa ecuatoriana en Londres. A ese siniestro personaje un organismo de las NNUU calificó de perseguido político, cuya prisión era injusta.
¿Qué prisión injusta señores? A ese individuo nadie lo ha capturado ni reducido a prisión. Él está alojado en una lujosa suite con todas las comodidades y opción a salir al balcón a tomar el sol y continuar con su actividad de difundir mensajes considerados de alta confidencialidad en países como Estados Unidos, Francia, Inglaterra y otros, cuya seguridad ha puesto en riesgo.
Y aquí viene el doble discurso de Correa y sus compinches que mientras consideran un héroe al delator, acá en Ecuador, persiguen y condenan a Kléver Jiménez y a Fernando Villavicencio por haber develado documentos probatorios de la gran red de corrupción orquestada por altos funcionarios del régimen de la Robolución Ciudadana, que están más que comprobados.
He allí un reto para don Lenín: Cortar por lo sano a ese cáncer que tanto ha lesionado a nuestras relaciones internacionales; además el costo económico por mantener a ese forajido. Igual que el Quijote dejo plantada esta pica en Flandes.