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El camino de niño a niña

A los dos años un niño le dijo a su mamá que él era una niña. Los padres buscaron varios especialistas y ahora, con 9 años, es tratada como una niña.

Domingo 15 Octubre 2017 | 04:00

La primera vez que lo vistieron de niña para salir de casa fue para ir al cine en familia. Como tenía el cabello corto, llevó puesta una peluca larga. 

Ese día todo salió a pedir de boca. Nadie miró raro a la familia integrada por los padres y los tres hijos de 17, 11 y 9 años. Nadie supo que la niña del vestido rosado era en realidad un niño.
Esta familia vive en Manta y por ahora prefiere el anonimato. Desde hace tres meses todo cambió en casa. 
Ya no hay un niño de 9 años, sino una niña entre ellos y así la tratan. En el pasado quedó el nombre y la ropa varonil. “Mi hija es una niña, pero con pene”, dice la madre.
Ella recuerda que cuando  su hijo tenía 16 meses le gustaba jugar con muñecas y su color preferido era el rosado. En casa no le dieron mayor importancia. “Cosas de niños”, dijo alguien.
Los gustos se acentuaron al pasar los meses con los detalles femeninos y entonces los padres acudieron a una psicóloga en busca de respuestas.  
Ante este inusual comportamiento del pequeño de la casa,  la especialista recomendó que le quiten las muñecas y las cambien por carritos, que el papá se bañe con él para asociarlo a su masculinidad y buscar la manera que el niño orine de pie y no sentado, como lo estaba haciendo.
Pero los resultados no son los que se esperan. Ante la falta de muñecas, que alguna vez pertenecieron a su hermana mayor, ahora el niño utiliza trapitos para crearlas, además se ponía toallas sobre su cabello para simular que era largo.  
Una tarde le dijo a su mamá, con total seguridad,  que es una niña. Entonces sí se prendieron las alarmas.
El papá no se tomó bien esa confesión, mientras que la madre optó por la calma. Ella vivió algunos años en Estados Unidos y su mentalidad es más libre.
Consultaron con un endocrinólogo para conocer si el problema era hormonal. 
La respuesta del especialista fue que a esa edad, dos años,  los niños son asexuales. En otras palabras, al nacer, tanto los niños como las niñas tienen una conducta sexual poco diferenciada, a excepción de los órganos genitales.
Los padres acudieron luego a otra psicóloga, pero ahora en Guayaquil, quien le dijo que hay que esperar para determinar si es un trastorno de identidad de género. Así que tocaba darle tiempo al tiempo.
Hora de estudiar. Llegó la hora de ir a clases. El niño tiene claro que las muñecas son para jugar en casa y no en la calle. Pasó sin mayor contratiempo la etapa inicial. Cuando ingresa oficialmente a la  escuela se enfrenta con una realidad que lo desconcierta. No le gustaba jugar fútbol pero lo obligaban, y además no entendía esa diferencia entre niños y niñas.
A él le atrae más jugar con sus amiguitas y empieza a vivir un acoso escolar sin tregua.  Le guardan piedras en su mochila y hasta le bajan el calentador en el patio.  Los estudiantes lo  marginan por considerarlo “el raro” de la escuela.
La psicóloga del plantel se le acerca y le pregunta por qué actúa como niña. “Dime tu secreto”, fue una de las frases que utilizó.
El niño le contó a la mamá esa conversación y entonces sí ardió Troya. La madre denuncia a la escuela porque la psicóloga nunca tuvo la autorización para abordar a su hijo. 
La Junta Cantonal de la Niñez resolvió una sanción para el plantel, que aún no se determina cuál será. 
En clases, una mañana, mientras los compañeros hacen la tarea, el pequeño escribía algo totalmente distinto. Era la alerta de una tragedia. Escribió en una hoja: “Matarme por suicidarme” y dibuja a un niño lanzándose al vacío desde lo alto de una pared.
La profesora le entregó la hoja a los padres, quienes decidieron retirarlo del plantel por el acoso que sufría y lo desdichado que es.
La pareja buscaba por cuarta vez una respuesta y lo llevan a Quito. Le hicieron  un test y exámenes psicológicos para comprobar si sufría de disociación de personalidad u hormonal. 
Los estudios determinan que  tiene disforia de género. Esto significa que la apariencia física y sus atributos biológicos corresponden con el sexo masculino, pero su sensación es de pertenencia al sexo contrario.
La madre busca más información y en  Facebook encuentra una página llamada Transexuales Ecuador, que es solo para adultos.
Escribe por interno y le responden. Cuenta la historia de su hijo y le dicen que “no están solos, hay más padres como ustedes”. 
Hay un viaje decisivo. 
En  su última visita a Quito, a una consulta, su hijo va vestido como niña en el avión y nunca más regresó como niño a Manta.
Los padres y los hermanos aceptan la nueva realidad. 
El hijo debe volver a clases y dos semanas tardaron en encontrar otra escuela. En una no lo admiten después de explicar su condición. “No hay cupo” fue la respuesta. Resultó ser mentira porque comprobaron luego que sí existían vacantes. 
En el siguiente plantel todo salió a pedir de boca. 
Solo la secretaria que recibió los documentos y el rector saben la verdad.  En la lista escolar lo nombran  como niña, pero en la del Ministerio de Educación es un niño. Para cambiar sus nombres masculinos habrá que esperar que sea mayor de edad.
La familia. Siguiente paso. Los padres deciden reunir a los familiares más cercanos para que conozcan detalles del cambio de su hijo. Terminada la confesión, él baja las escaleras vestido como niña. Es su presentación casa adentro con los abuelos y los tíos, lo abrazan y lo llenan de mimos.
Ahora es el turno de los niños de sus parientes. A ellos se lo dijeron como si fuera un cuento infantil:
-Había una vez un doctor que ayudó a parir a una mamá y cuando entregó al bebé dijo que era un niño, pero este doctor tenía mal sus lentes y no veía bien. Toda la vida los padres habían pensado que era un niño, pero en realidad es una niña. 
Los pequeños aceptaron la historia y no lo rechazan.
Nunca antes los padres han visto a su hijo tan feliz. 
“Mi hija subió de peso. Todo ahora brilla en ella: sus ojos, sus cabellos. Se siente y se ve como niña”. 
La madre cree que la etapa más difícil de la niñez se está superando, pero ahora viene el tema del desarrollo físico. Han previsto utilizar  bloqueadores hormonales, que es un fármaco que inhibe la orden que el cerebro manda al cuerpo para que produzca hormonas sexuales. Deberán invertir 400 dólares mensuales para traer desde Colombia cada  inyección.
Han recibido asesoramiento médico y son parte de una fundación llamada Amor y Fortaleza, de Quito, que trabaja con niños transexuales.
“La primera etapa consiste en dormir la pubertad. El cambio de voz, control del vello corporal y crecimiento de la mandíbula. Todo esto para suavizar sus rasgos. Cuando sea adulta  habrá que pensar en una operación para el cambio de sexo, si ella lo quiere”, dice la madre.
Mientras tanto, el niño de esta historia seguirá en el anonimato hasta que sus padres crean que puede defenderse solo.
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