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Tema del Día
Lechuguines, un terror de nunca acabar

Celso Sabando cierra los ojos y los recuerdos regresan nítidos y terroríficos. Recuerda que era una joven guapa, de 27 años.

Domingo 24 Septiembre 2017 | 04:00

Tenía un vientre abultado de casi nueve meses de embarazo. La familia creía que le faltaban varios días para alumbrar a su bebé; sin embargo, el parto se adelantó. 

Eran las 18h00 de aquel lunes y en el sector de Buena Esperanza, río arriba de la represa Poza Honda, la única opción de salir a un pueblo era por canoa; sin embargo, esa noche había tantos lechuguines en el agua, que la embarcación no podía avanzar. 
La mujer se quejaba del dolor, hasta que finalmente, y ante la impotencia de todos sus vecinos, falleció.
Celso dice que la muerte por falta de asistencia médica es una amenaza latente para miles de  niños y adultos de comunidades manabitas que quedaron aisladas por el espejo de agua que se forma más arriba de Poza Honda.
Recuerda que cuando recién construyeron la represa el aislamiento era porque no tenían embarcaciones para salir a los pueblos; sin embargo, cuando se abrieron las rutas de transportación fluvial eso se superó parcialmente, pero posteriormente, en los últimos años los temibles jacintos de agua o lechuguines se han convertido en una barrera muy difícil de franquear y hay ocasiones en el año en las que por tres o cuatro meses no pueden salir a Poza Honda o a Honorato Vásquez, debido a que la plaga acuática crece tanto que no permite que naveguen las lanchas. Parecen caminos de asfalto donde más bien se debe caminar, se lamenta.
Realidad. En este invierno, miles de agricultores vivieron una grave situación de aislamiento.
Marcela Rezabala, habitante de la comunidad San Gregorio, menciona que los jacintos de agua crecieron tanto y tan rápido, que casi se reproducían ante sus ojos. Agrega que todo el lecho del río cerca de su sector y del sitio llamado La Isla se quedó sin posibilidad de navegación.
Agrega que actualmente  el problema se mantiene y los más afectados son sus hermanos que están en la escuela, quienes solo pueden llegar al plantel por vía acuática, cuando los lechuguines permiten navegar a las lanchas. También asevera que los canoeros en ocasiones no los llevan hasta donde viven, sino que solo los dejan en otros lugares cercanos.
Culebras. Uno de los canoeros, que prefiere el anonimato, menciona que los lechuguines causan muchas afectaciones a las naves, ya que las raíces de las plantas tapan los motores de las mismas, que se calientan y luego se apagan. 
Allí entonces los 20 pasajeros que generalmente van en la lancha deben esperar con paciencia y casi sin respirar para no moverse y que la lancha se vire, a que la máquina se enfríe y vuelva encender, eso en el mejor de los casos, pues si el daño es más grande el motor sufre una avería, y entonces ya no arranca, otra lancha debe intentar llegar y arrastrarla.
Los lancheros señalan que cuando se arriesgan a viajar con lechuguines a la vista, la opción es ir con cañas largas y remos apartando los vegetales. “Es una proeza llegar a cada puerto así, pero no nos queda otra opción”, dice uno de ellos, además y menciona que muchos no lo quieren hacer porque en los lechuguines hay culebras de las denominadas ‘equis de rabo amarillo’, cuya mordedura es mortal. Solo cuando es una emergencia se viaja en esa situación, advierte.
Otra afectación de la plaga es que contamina el agua, pues la gran cantidad de raíces genera un ambiente en el que hay poco oxígeno para las demás especies que viven en ese lugar, sobre todo peces y camarones, señala el biólogo Jorge García.
El profesional dice que en cantidades controladas los lechuguines son parte necesaria del ecosistema y generan muchos beneficios, pero cuando hay sobrepoblación y se mantiene estancada, las afectaciones son varias. “Todo en exceso es malo”, concluye.
Celso Sabando indica que otra opción es que construyan vías carrozables que soporten las lluvias, para conectarse entre comunidades, pero esos pedidos realizados desde el año 2012 no se cumplen, según dice.
Esperanzas. En las comunidades río arriba de la represa La Esperanza, en la parroquia Quiroga de Bolívar, sucede algo similar. Allí los afectados son los habitantes de Caña Chica, Doboco, Bejuco y Tigre, que sufren sobre todo en invierno.
María Posligua, de Caña Chica, aguas arriba de la represa, recuerda que hace 6 años perdió a su esposo cuando la lancha en la que iba se viró. No puede olvidar el accidente y tiembla sólo de pensar que debe viajar por agua.
Los comuneros señalan que en ocasiones tienen que buscar vías alternas que los lleven hasta el cantón Pichincha, pero allí en cambio se encuentran con caminos en mal estado.
Autoridades. En Manabí, el cuidado y mantenimiento de las estructuras hidráulicas está a cargo de la Empresa Pública del Agua (EPA), que es el brazo ejecutor de la Secretaría Nacional del agua (Senagua), señala Álex Briones, subsecretario de la Demarcación Hidrográfica de Manabí, quien asegura que están muy pendientes de estos problemas.
Francisco Pico, coordinador técnico de EPA en Manabí, asegura que ahora mismo intensifican la limpieza en las zonas de influencia de ambas obras hidráulicas.
Precisa que en el caso de la represa La Esperanza evacúan los lechuguines con una barcaza cosechadora y dos transportadoras, mientras que en Poza Honda la labor está encargada a un grupo de canoeros de la zona, que a mano y con maquinaria hacen el retiro de los juncos. El contrato es de 150.000 dólares más IVA y vencerá en junio del 2018, indica.
Líder Gómez, presidente del Gobierno Parroquial de Honorato Vásquez,  señala que el control de la plaga a manos de los canoeros ha dado resultado, aunque acepta que este año el contrato se retrasó, porque las labores de limpieza empezaron en junio, lo cual causó problemas en diversas poblaciones que no podían movilizarse.
Recuerda que desde la represa hasta los pueblos aguas arriba hay un recorrido del río de 14 kilómetros, por lo que ellos de forma urgente han abierto una especie de callejones para que las lanchas puedan navegar sin inconvenientes. 
Menciona que del contrato han cumplido un 40 por ciento y esperan en esta semana habilitar el paso hacia otras comunidades.
Además dice que la solución al problema es que se realice un constante control de las plagas acuáticas y no solo intervenir cuando la situación es grave. Señala que un año, en el 2014, no se firmó el contrato de limpieza y eso agravó el problema, por lo que cree que lo mejor es monitorear y limpiar todo el año.
 
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