“No es nuevo. Lo hago desde hace 25 años y cuento con una clientela fija que viene desde otras partes de la ciudad para servirse una recarga”, explica en tono algo jocoso.

‘El Negro Vélez’, como lo conocen sus amigos, asevera que se caracteriza por innovar y brindarles a sus clientes platos curiosos y cargados de vitaminas, “ya que el caldo de gallina criolla, así como las tongas y el ceviche, son tan comunes que se los encuentra por todas partes”, indica.

Dice que Manabí se caracteriza por la buena sazón y por eso mismo cuenta con un espacio importante dentro de la gastronomía ecuatoriana. Y en cuanto al caldo de tronquito, espera que se haga popular al igual que el ceviche de pinchagua, plato que lo incorporó desde la playa a la urbe portovejense y lidera los gustos de los comensales de la Picantería 21. 

No es Facil. Tito Vélez reconoce que los tiempos han cambiado y que ahora no es tan fácil ir al camal para comprar tres o cuatro “piezas del toro” como antes. 

Cuando su amigo Wilfrido Menéndez lo hizo probar el caldo de tronquito, quedó maravillado y lo asesoró para que lo haga igual o mejor.

Vélez, como buen alumno, estuvo atento a las indicaciones y a las pocas semanas puso manos a la obra y logró convencer a su maestro. Desde entonces este plato a base del miembro del toro a se convirtió en parte de la nómina de los que se venden en el local de la calle Rocafuerte y Bolívar, donde ha permanecido durante 25 años. En nuestro medio su consumo no es común, pero en Bolivia lo preparan con frecuencia y le asignan poderes afrodisíacos.

“Tengo entendido que está escaso porque los colombianos se lo están llevando y pagan bien por esta preparación”, acota Vélez.