Los resultados son catastróficos, con cerca de dos centenas de muertos que aumentan con el paso de los días; muchos más heridos, decenas de edificios derrumbados y millones de dólares en pérdidas.

Aquello ha conmovido nuevamente a los ecuatorianos, especialmente a los manabitas y esmeraldeños, sensibilizados aún por el gran sismo del 16 de abril del 2016, quienes en cierta manera han revivido el terror de aquel aciago sábado y sus 7,8 grados de destrucción.

Por ello es menester, que dentro de las programaciones relacionadas con la reconstrucción se enfaticen las medidas de prevención, evacuación y sobrevivencia, a observar y seguir instituciones y ciudadanía en general, como procedimiento instituido y reglamentado de manera oficial para todo el territorio nacional.

La tierra seguirá temblando, los fenómenos climáticos continuarán apareciendo cuando las condiciones atmosféricas lo faciliten, por lo que queda es prepararse cada vez mejor, para reducir al mínimo sus efectos, puesto que predecir la proximidad de los sismos es aún una quimera. Y mucho más evitarlos.