Cuando vía aérea llegué a ella desde Madrid, no imaginé lo que en mi despertarían la española isla de Mallorca, su capital Palma, y Menorca, la otra isla a la que usando “ferry-boat” fui a la popular fiesta de Saint Joan. El manabita que con su familia se dedicó a nosotros esa semana contribuyó a ello, al extremo que considero haber dejado ahí unos familiares. Confirmé el calificativo que le di -como también titulo esta nota- al conocer que el siglo que pasó dos veces la visitó uno de los poetas que más admiro, el nicaragüense Rubén Darío; es que inspira el cautivante y caprichoso perfil costanero de Mallorca -que es la que más recorrí- con su gran número de bahías y playas, habiendo grandes y pequeñas, que son aprovechadas por los empresarios del turismo para brindar una suerte de casi privacidad en algunas, obviamente junto a las facilidades hoteleras, restaurantes, atracaderos y más, que facilitan la comunión de los  humanos con el mar que domina el entorno.