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La mirada de los jóvenes se aleja de la agricultura

“La agricultura no sirve para nada más que para arrugar el pellejo”, dice Eriko Espinoza, cuyos hijos no siguieron sus pasos en el campo.

Domingo 20 Agosto 2017 | 04:00

 El agricultor, de 64 años de edad, cuenta que cuando su hijo mayor, Leither, salió del colegio le dijo que no piense en dedicarse a la agricultura. 

Igual hizo con su hijo menor Eriko Argenis. “La agricultura no da, sigan en otra cosa”, les recomendó el hombre, que toda su vida la ha pasado cultivando la tierra, sembrando algodón, maíz, maní, mango, productos que ya no tienen buenos precios, como antes, asegura.
Leither dice que de pequeño le ayudaba a su papá. Ya joven, optó por la mecánica, oficio que aprendió en un taller y luego sacó el título artesanal. 
Su hermano le ayuda en el taller y asiste a un curso de auxiliar paramédico. No les atrae la agricultura.
Lo mismo sucede con Ariana Macías, oriunda de la comunidad Carlos julio, a una hora de El Empalme (Guayas). 
Ella decidió estudiar medicina en la Universidad Técnica de Manabí, donde cursa el segundo semestre.
Cuenta que su papá le aconsejó salir del campo, porque es difícil estudiar en su tierra y tiene que aprovechar las oportunidades. 
 
Se van. La migración rural no se detiene. La pobreza que afecta a muchas familias del campo lleva a que hagan esfuerzos para que sus hijos se eduquen y se queden en la ciudad.
Esto trae como consecuencia que los jóvenes que terminan sus estudios universitarios continúen su vida profesional en las ciudades debido a la falta de empleo, de tecnología y de servicios de las zonas rurales. 
Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), a escala nacional, el 27,3% de los 3,8 millones de hogares tiene algún miembro que se traslada a otra localidad, en busca de un título o un empleo. 
Álex Alcívar, ingeniero agrónomo con estudios en desarrollo y sostenibilidad, señala que aunque el mejoramiento de la conectividad y el acceso a la información ha causado que aparentemente se detenga la migración, la falta de existencia de oportunidades en la zona rural vuelve complicada la situación.
Analiza que en Ecuador el promedio de edad es 26 años y el promedio de edad del agricultor supera los 58 años; es decir, una brecha de más del doble de la edad promedio, lo que significa que se ha perdido dos generaciones en atender esta actividad.
Además, indica, la cultura campesina es más urbana y eso lleva a un cambio de estilo de vida, agrega. 
Pero el problema es más grave, dice, porque la seguridad alimentaria requiere políticas públicas adecuadas para generar condiciones en la agricultura, de cara al futuro, para que haya inversiones en ese sector y eso genere una demanda de profesionales.
Carlos Alberto Zambrano, doctor en sociología, habla sobre la descampesinización progresiva del país. Explica que en la década de 1980, con el surgimiento de un alto nivel de ingresos producto de la exportación de petróleo, se puso en ejecución por parte de un robustecido aparato estatal, una política económica que buscaba impulsar un proceso de industrialización, una ampliación del mercado interno, y el crecimiento y modernización del Estado, pero tal modelo fue formulado e implantado verticalmente en la sociedad. La intención final era que los agricultores se dediquen a los cultivos fundamentalmente para lograr la autosuficiencia alimentaria. La agroindustria no era bien vista debido a su impacto ambiental.
Los incentivos y los subsidios se dirigieron a las políticas macroeconómicas y sectoriales asociadas con la industrialización para sustituir importaciones, discriminando a la agricultura y especialmente al sector campesino e indígena de la zona rural. 
Así, se profundizaron más bien las desigualdades en el acceso a la oferta estatal, y no mejoraron los sistemas de producción considerados ineficientes, indica.
 
Vocación. Pero el panorama es alentador en la zona rural. 
Así como hay quienes abandonan el campo en busca de otras oportunidades, los hay aquellos que aman la tierra.
Luis Alberto Saltos (22) es uno de los 430 alumnos y el mejor estudiante de la Facultad de Ingeniería Agronómica de la Universidad Técnica de Manabí. 
En el laboratorio de fitopatología prepara un medio de cultivo para el desarrollo de un patógeno que afecta al cultivo del pimiento, que será la base para su tesis de grado.
Oriundo de Honorato Vásquez, de Santa Ana, señala que desde pequeño le interesó la agricultura, en la que vio una oportunidad más que un problema. 
En poco tiempo será ingeniero agrónomo y podrá aplicar sus conocimientos en el campo.
Los hermanos Silvia y Walter Alcívar, de Los Ángeles de Colón, también siguen los pasos de sus padres y su meta es dedicarse al campo, aportando lo aprendido en las aulas de Ingeniería Agronómica.
 
Academia. Liliana Corozo, decana de la Facultad de Ingeniería Agronómica, señala que “olvidamos que sobrevivimos gracias a lo que comemos y si no existiéramos agrónomos, agricultores, campesinos, sería bastante complicado atender la demanda mundial de alimentos porque de la población mundial, 17 mil millones de personas, el 20% corresponde a agricultores”. 
Añade que los jóvenes que no quieren abandonar el campo son los que proceden de familias dedicadas a labores agrícolas, y eso se palpa en la comunidad universitaria, lo que es un punto a favor.
Recalca que cada octubre realizan una casa abierta para incentivar a los jóvenes de colegios agropecuarios a que elijan carreras de este sector, para seguir fomentando la matriz productiva y evitar la migración de la zona rural a la urbana. 
Aunque reconoce que es necesario que se ponga en práctica los convenios con instituciones y empresas para que los estudiantes de los últimos niveles hagan pasantías. Y en el caso de agricultura,  indica que si el Ministerio de Agricultura y Ganadería aprovechara el potencial de los estudiantes para que den asesoramiento “ganaríamos bastante, porque es fácil entregar paquetes tecnológicos, pero si no hago la explicación de cómo aplicar y sacar rentabilidad, va a fracasar el cultivo”.
 
Economía. Julio Mero, exdecano de la misma facultad, señala que la agricultura es una actividad digna de todo hombre y no hay país que se desarrolle si no tiene agricultura.
“Lamentablemente las políticas agropecuarias no han sido buenas y los hijos de agricultores ven reflejado eso en sus padres, su sacrificio, como mantienen la finca, el bajo rendimiento y nadie quiere involucrarse y por esa razón  aspiran tener otra carrera. Nadie les ha dicho que si no hay agricultura no hay comida”, añade. 
A esto se une que hay un divorcio entre la academia, las instituciones de desarrollo y los industriales con los agricultores, porque todo el mundo ha querido hacer las cosas por su lado”.
 
Turismo. Sin embargo, la zona rural no es solo agricultura. Actividades como el turismo rural, el transporte, las artesanías, han abierto camino para miles de familias que con apoyo y sus iniciativas se quedaron en sus lugares. 
Según el Atlas Rural del Ecuador, la oferta de servicios turísticos es bastante importante si se la compara con otros países de la región. 
Añade que el turismo en las zonas rurales ha venido cobrando una importancia estratégica en los últimos años, ya que contribuye significativamente a la valorización y desarrollo de numerosas áreas rurales y al sostenimiento de miles de pequeños agricultores, quienes encontraron en las actividades ligadas al turismo rural una fuente de empleo que les ha permitido mantenerse en dichas áreas.
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