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Papá hasta el final: Ángel perdió a su hija a causa de la leucemia

Ángel Ponce narra cómo fueron sus días en el hospital

Jueves 20 Julio 2017 | 04:00

Un día después del sepelio de su hija, Ángel Ponce llegó a su casa, abrió la ventana y gritó el nombre de la niña. La acababa de sepultar, pero seguía muy viva en cada espacio de la vivienda. 
Sentía sus recuerdos latentes, hasta le parecía escuchar su voz diciendo “papito, tú eres mi rey y yo soy tu reina, ¿verdad?”.  
Los recuerdos duelen, atormentan, calan en el alma. Ángel no resistió y decidió abandonar la casa. Ahora vive en la vivienda de un familiar de su esposa. 
Judith, la hija de Ángel, falleció el martes de la semana pasada en un hospital público de Guayaquil. Hace un año le detectaron artritis, pero en el último mes apareció el lupus (enfermedad que ataca al sistema inmunológico) y luego la leucemia (cáncer a la sangre).   
Judith, de 11 años, era única, dice su padre, un taxista de 43 años. “Era una niña muy bondadosa, le gustaba compartir con los demás”, expresa. 
En abril de este año, Ángel inició una campaña en las redes sociales para ayudar a Damaris Zambrano, una mujer que tiene un tumor en la cabeza. 
En esos meses él también luchaba por la salud de su hija, pero eso pocos los sabían. “Me identifiqué con la tristeza que vi en el rostro del esposo de la señora Damaris; yo sé lo que es estar metido todo el día en un hospital y no tener plata para comprar una receta o hacerse un examen”, indica.  
Judith también conoció a Damaris, pero solo llegó hasta la puerta y la observó a la distancia. En ese entonces ya tenía las defensas bajas y no podía arriesgarse a mucho.
La leucemia es el tipo de cáncer más frecuente entre los infantes ecuatorianos. El 53 % de un total de 4.000 que fueron parte de una encuesta de la Fundación  Cecilia Rivadeneira recibió  este diagnóstico. 
La de mayor incidencia es la del tipo linfoblástica aguda, es decir, la médula ósea produce demasiados linfocitos inmaduros (tipo de glóbulos blancos). 
Según la encuesta realizada por la fundación, se calcula que el promedio de duración de un tratamiento es de dos años. 
EL CUMPLEAÑOS. Hace tres meses Judith fue llevada de urgencias a un hospital de Guayaquil.
Ángel dice que allí el 7 de julio le celebraron el cumpleaños. Fueron momentos especiales. 
En un vídeo colgado en la página de Facebook de su padre, se ve a Judith acostada en la camilla de un hospital mientras tres personas le llevan una torta. 
Todos cantan; la niña solo permanece callada. De vez en cuando sonríe. “Hubo buenos momentos, pero también se presentaron malos”, expresa Ángel, sentado al filo de la cama, junto a su esposa.   
“A mi niña yo la llevaba al baño, le ponía su batita, ella no podía hacerlo porque le dolían sus huesitos debido a la artritis”, manifiesta.
Hay instantes en que Ángel  guarda silencio. Las palabras le forman un nudo en la garganta. “Era mi hija más pequeña, la única de mi matrimonio con mi actual esposa; tengo otras dos hijas que ya son mayores. Ella era linda, cuando comía algo, me guardaba la mitad hasta que llegara de trabajar”, cuenta. 
El fin de semana del 8 y 9 de julio la salud de Judith empeoró. Los dolores a los huesos fueron más intensos.  
Ángel recuerda que le pedía que le sobara las piernas porque le quemaban, le dolían demasiado. “¡Sóbame como hombre!”, le gritaba la niña en un momento de desesperación. Ángel lloraba de impotencia. 
“Sabe lo que es ver gritar y llorar a una hija por el dolor. Lo que le pasaba era demasiado intenso, incluso un día me pidió que llamara al doctor para que le cortara las piernas. Yo le decía que se calmara, pero solo  Dios sabe lo que ella sentía”, indica.  
El martes 11 de julio, a las dos de la tarde, Judith falleció. 
Sus padres tramitaron el  retorno a Manta. Al siguiente día la sepultaron en el cementerio de Marbella. 
El jueves un niño llegó llorando hasta la puerta de su casa. Era un amiguito de Judith, compañero de clases. Le dijo que la extrañaba, que era una de sus mejores amigas. Ángel lo abrazó y lloraron juntos. 
El menor se despidió, Ángel cerró la puerta y sintió la soledad de su casa. Luego se asomó la ventana y gritó el nombre de su hija.
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