Actualizado hace: 937 días 5 horas 53 minutos
Santo Domingo
Prendas autóctonas

Confeccionar una bufanda le lleva alrededor de dos días a María Taguiguachi, oriunda de Otavalo.

Martes 18 Julio 2017 | 04:00

Con 52 años de edad, la imbabureña se dedica a la comercialización de prendas autóctonas en la avenida 29 de Mayo, en Santo Domingo.
Camisetas, camisas bordadas, pantalones y bolsos es la variedad que María ofrece a sus clientes.  
“Llegué hace 30 años y nos gustó la acogida que tienen estas delicadas y bien elaboradas prendas”, argumentó. 
Segundo Otavalo, esposo de la comerciante, afirma que el producto es 100 por ciento garantizado. 
“Aprender a elaborar estas prendas ha sido una herencia ancestral”, comenta.
Los telares de madera eran la principal herramienta y la lana de borrego, su materia prima. Nada más hacía falta para elaborar las vestimentas que en la actualidad se exponen en museos.
En cada una de las imágenes bordadas en las prendas de vestir, los otavaleños plasman figuras de dioses incas, animales de la región andina, e incluso nombres.
Pero poco a poco la tecnología invadió este arte.
María añora la manufactura ancestral.
Cuenta que su padre y abuelo se sentaban sobre unas esteras tendidas en el piso para elaborar un poncho, en el que demoraban hasta una semana en terminarlo.
Los telares no hacían ruido y los niños podían jugar por los alrededores observando curiosamente a sus padres trabajar.
“Pero los tiempos cambian y la tecnología llegó a nuestros talleres”, dijeron.
Hoy en día a María le toma una semana elaborar cuatro ponchos, que además cuentan con bordados.
Este trabajo ya no se realiza a mano, sino que una máquina es la encargada de grabar el detalle que el cliente desea. Eso sí, manteniendo intacta las figuras, palabras o animales de la región andina. 
Poca acogida. Para María la moda les pasó factura.
Con el pasar de los años las personas perdieron la costumbre de comprar prendas autóctonas. 
“En la actualidad los gringos compran menos, antes fue el boom, pero ahora ya no valoran el tejido que traemos desde nuestra tierra (Imbabura)”, enfatizó la mujer.
En un local de no más de 9 metros cuadrados Segundo y María cuelgan más de 30 prendas de vestir.
Ellos esperan que la “moda” nuevamente les dé una mano y puedan salir adelante con una tradición que nació hace más de dos siglos. 
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