A lo mejor se gastó con la mejor intención -construir hospitales, escuelas o vías- en ciertos casos, pero en otros hubo excesos gigantescos como pagar, por ejemplo, 400 millones de dólares en dos vías de acceso al aeropuerto de Quito.
Lo que se hizo quizá se lo puede asimilar al padre de familia que, aprovechando los momentos de bonanza que vivía, le regala a cada hijo una casa en la ciudad y otra en la playa con el mejor de los propósitos. Pero ¿cuál sería resultado de este hipotético caso? Bueno, los activos familiares se incrementaron, se mejoró la calidad de vida. Pero resulta que después de estos regalos, el padre comienza a sentir la presión de los bancos que reclaman los pagos del préstamo; los almacenes que con “crédito directo” le ayudaron a financiar las casas que regaló, también están requiriendo sus acreencias; los familiares que colaborarán en el financiamiento cuando no alcanzó el préstamo del banco, están que claman por el pago de su parte y ante estas presiones el padre comienza a revisar sus ingresos y se da cuenta que ahora recibe la mitad de lo que recibía cuando regaló las casas y lo que prestó ya es más por los intereses que cobran sus acreedores. Entonces se encuentra frente a este dilema: pagar con intereses a los acreedores de ayer, disponer de dinero para los gastos de hoy y todo con la mitad de los ingresos!