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Al rescate del músico ancestral andino

Hace cuatro años habría muerto el último pingullero-tambonero de San Andrés.

Martes 27 Junio 2017 | 05:00

Ésta es una parroquia del cantón Píllaro, en el norte de la provincia de Tungurahu. Este personaje es el encargado de ponerle ritmo a los danzantes.

Por esa razón, hace varios días se realizó el encuentro de pingulleros y tamboneros de Saquisilí, Salcedo y Pujilí.
Álex Velasteguí, coordinador del encuentro Intipak Taki (música del Sol), señaló que el propósito del programa en San Andrés es revalorizar y darle la verdadera importancia al pingullero-tambonero, como parte de la apertura del taller de formación de pingulleros y tamboneros con jóvenes de la zona, quienes se encargarán de recuperar al personaje.
Además, lamentó que el pingullero-tambonero haya sido desplazado por las bandas de pueblo o por los discomóviles, y por eso el danzante ya no baila con la música que debe ser como el albazo y el sanjuanito.
Añadió que la música que baila el danzante es pausada, más ceremonial e incluso el pingullero-tambonero es el que les da órdenes para que se ejecuten la vuelta o los honores al taita Inti (padre Sol) y a la Pachamama (madre tierra) agradeciendo por la producción en las cosechas que, dijo, se pierde totalmente cuando se baila con banda de pueblo o una pista.
Confesó que el pingullero-tambonero es una sola persona que toca la flauta y el tambor a la vez, que se considera es un personaje milenario porque existió antes de la llegada de los españoles a América porque ya se adoraba al Sol.
Por su parte, Luis Jiménez, presidente de la junta parroquial de San Andrés, dijo que la zona no tiene pingulleros-tamboneros que son el complemento de los danzantes.
Por esa razón se abrirá la escuela con cuatro miembros del grupo folclórico del sector y con ese propósito la junta parroquial compró dos tambores y cuatro pingullos, además se hacen gestiones para que instituciones privadas hagan la donación de más instrumentos para motivar a más jóvenes y niños a que se integren.
 
Instructor.  Manuel Pilapaxi, oriundo de Salcedo, provincia de Cotopaxi, estará a cargo del taller para formar a los pingulleros-tamboneros. Estima que estarán listos para el próximo año porque considera que es complicado ya que cada uno tiene que utilizar las dos manos para tocar, con una el pingullo y con la otra golpear en el tambor.
Aclaró que lo más complicado es aprender con el pingullo porque sus tres huecos son los que dan los catorce sonidos de la música y confía en que para las fiestas del 2018 San Andrés ya podrá contar con sus propios personajes.
 
El Pingullo -tamborero. Es un instrumento antiguo y pertenece al grupo de los aerófonos. Para su confección se usa carrizo, tunda o hueso. Tiene una extensión aproximada de 30 a 35 cm de largo y un diámetro de 1 a 1,5 cm. 
Su boquilla es parecida a la dulzaina o al clarinete, con un diámetro en que la mitad está rellena y la otra es hueca. Tiene tres perforaciones y ocasionalmente dos.
Se interpreta usando los dedos medios e índice, y se lo sostiene con la base del pulgar. 
Aunque hubo un pingullo monofónico que se usó en las ceremonias fúnebres, por lo general es de uso festivo.
El pingullero, su ejecutante, está presente en las fiestas del Coraza, en la provincia de Imbabura; en la celebración del alcalde, en la provincia de Tungurahua; y en las del Corpus Christi y Navidad, en la provincia del Chimborazo y otras.
En un seminario de instrumentos andinos, uno de los participantes relató la leyenda del origen del pingullo. Contó que su sonido tiende a imitar el silbido de algunas aves de la serranía. 
Su confección demanda cuidado, ya sea en tunda (carrizo) o hueso (canilla de venado) y en sus tres tamaños.
También resaltó que en ningún caso se toca con acompañamiento de instrumentos de cuerda; y que el pingullero toca al mismo tiempo pingullo y caja, o pingullo y tambor.
 
Los danzantes. Representan el ciclo productivo de la siembra, la germinación y la cosecha. Sobre el origen de este personaje hay muchas versiones, entre las que se encuentra la de que es una manifestación sobreviviente del Incario y cuyo origen se remonta al antiguo Cápac Citua o baile de los militares, que los incas celebraban.
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