Con la asunción al mando presidencial que hará Lenín Moreno, se espera que la conectividad entre los ecuatorianos vuelva a ser fluida y baje en agresividad, descartando la medición de afectividad que ha aplicado el gobierno desde hace diez años, para, de acuerdo al grado de aceptación a su ideología, clasificar a los de su agrado.
Esperanzados en las declaraciones de quien a partir de hoy será en nuevo presidente de los ecuatorianos, se confía que todos los habitantes de este país serán considerados y respetados en sus derechos al igual que exigidos en sus deberes, haciendo tabla rasa aquel odioso discrimen impuesto a políticos, empresarios, banqueros, educadores, medios de comunicación y periodistas que discrepan con sus ideas o las del partido oficial.
Así, por ejemplo, se anhela que la situación económica sea revisada sin tapuje alguno, para que las medidas a tomar dejen de ser paraguas de malos manejos y se conviertan en efectivos programas de rescate financiero.
Porque al quedarse el país sin el empuje de los petrodólares, se ha echado mano al fácil recurso de la creación de impuestos y otros, debilitando más la ya escuálida capacidad adquisitiva del ciudadano.
Se espera, entonces, que exista una atmósfera de amistad, de respeto a la libertad de prensa y de opinión; y que el nuevo presidente escuche a todos los sectores ciudadanos, sin el anillo auditivo que el círculo cercano impone a los mandatarios, aislándolos de la realidad.
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