Cuando asume al poder Nicolás Maduro, hablaba de su ex patrón Chávez con una idolatría sospechosa. Inclusive tuvo la burda idea de compararlo con un pajarito que le daba indicaciones de cómo proceder en el acontecer político, como cual teoría de reencarnación que haría enrojecer de envidia a un filósofo hindú. 

Hace pocos días Maduro se dirigió a unas vacas diciendo que querían Constituyente. En fin, cosas del destino para un país que no ha sido destinado a pasar hambre, miseria y confrontación diaria. Es el emblema de una resistencia que no teme ya poner el pecho al descubierto, y no se amilana frente a tanquetas y bombas lagrimógenas. 

Venezuela tiene en la actualidad una hiper inflación, con desabastecimiento de medicina y alimentos, con una confrontación radical entre un cuestionado socialismo y una derecha que tiene limitaciones para poder ejercer una pelea y ganar una coyuntura política. 

Por otro lado, la bipolarización de la guardia bolivariana; dejaron de cumplir su papel que históricamente le correspondían como Fuerzas Armadas, velar por la integración territorial para convertirse en fuerza de choque de un gobierno desestabilizado.  Con Hugo, los militares tuvieron un papel preponderante: vigilar la revolución, el legado de Bolívar. Las Fuerzas Armadas pasaron a ser en poco tiempo sostenedores de una democracia que poco a poco no perfilaba para ser netamente popular, sino que el Chavismo dejaba entrever que los militares  peligrosamente ganarían espacios decisivos para el manejo del país como sucedió con las petroleras y dentro del campo o misión  social. 

Vale preguntarse: ¿Es Venezuela una democracia actual? O ¿es Venezuela una militarización democratizada? Situación compleja que cada vez más el análisis político desenmaraña esta red. En un próximo artículo contribuiré a realizar un somero y detallado estudio sobre el papel económico y de entidades internacionales en la situación venezolana.