Tanto él como otros comerciantes aseguran que el negocio “no ha despegado” en el Nuevo Tarqui.  

Japo dice que no le encuentra explicación a este problema pues los mismos vendedores y la mercadería que había en el mercado están ahora en la nueva zona comercial, construida por el Gobierno a un costo de 13 millones de dólares.    

Pero lo que Marco Japo no sabe es que la dinámica comercial de Manta cambió luego del terremoto del 16 de abril del año pasado.  

Mirian Quiroz tiene una maestría en Marketing, área dedicada al análisis del comportamiento de los mercados y consumidores.

Ella dice que luego del terremoto en Manta hubo una desconcentración de negocios. Antes, un 80 por ciento del comercio se hallaba en Tarqui y un 20 por ciento en el resto de la ciudad; ahora todo ha cambiado, el comercio se expandió, indica. 

Actualmente hay una serie de mercadillos en la vía Interbarrial, un mercado improvisado en la parroquia Eloy Alfaro, otro en la ciudadela El Palmar y decenas de comerciantes en Los Esteros. 

“Cuando esos mercados y negocios no existían, la gente llenaba las calles del mercado de Tarqui. Ahora la gente que vive en estos sectores no tiene por qué  ir al Nuevo Tarqui, ya que cuentan con mercados a una cuadra de sus casas”, agrega. 

Quiroz dice que hay sucesos que cambian las costumbres en un país o una ciudad. 

“El terremoto es uno de ellos, luego de cosas como esas ya nada es lo mismo, pero lejos de estancarse, la gente de Manta  ha aprovechado y desarrollado nuevos polos comerciales”, expresa. 

El sismo afectó a la zona comercial de Manta ubicada en la parroquia Tarqui. 

Ese día, de acuerdo con estudios de la Facultad de Economía,  660 vendedores salvaron   su mercadería  y 877 no pudieron recuperarla, debido a los saqueos.   

Lucía Fernández, presidenta de la Cámara de Comercio de Manta, tiene otro punto de vista sobre la falta de ventas en el Nuevo Tarqui. 

Ella cree que el proyecto de la zona donde ahora laboran los vendedores estuvo mal concebido. 

“Lo lógico era que en ese sitio se construyera un centro comercial para ubicar a todos. Yo planteé la idea, pero no tuvo acogida. Además, cómo se va a pintar un mercado de blanco y ponerle algunos pasillos angostos, eso no atrae, no funciona”, indica. 

También señala que no se puede poner en el mismo tipo de local a un vendedor de legumbres como a uno de ropa. “No es agradable, es cuestión de marketing”, señala. 

Fernández dice que la otra cara de la moneda son los comerciantes que se hallan en contenedores. “Allí sí están vendiendo y les va muy bien, porque hay color en todos los negocios y es atractivo para el comprador”, agregó.

Los contenedores. En la zona de contenedores del Nuevo Tarqui laboran 310 negocios.  Kirie Bravo es el representante de estos comerciantes mayoristas.  

Él señala que en esta zona tienen más ingresos que  los que percibían en el antiguo mercado de Tarqui. 

“Aquí el informal no puede tomarse las veredas o portales y tapar nuestros negocios. Hay normas que cumplir. En este  nuevo modelo el informal vende, pero más vendemos nosotros”, dijo. 

Pero Bravo agrega más razones por la que los clientes los prefieren. 

Él habla de facilidades, estas son: movilidad, seguridad, negocios vistosos y facilidad para observar, ya que la mayoría de los locales tienen vitrinas no paredes. 

“Creo que esta propuesta es única en Manabí porque puedes entrar y tocar el producto. Este modelo de negocios hace que las personas cada día vengan más”, expresa.

José Mero, presidente de los comerciantes minoristas  ubicados en el Nuevo Tarqui, indica que el negocio no está del todo mal. 

Él cree que han ido mejorando de a poco. 

El problema de la falta de ventas, asegura, es que el área del mercado es bastante grande (seis hectáreas). 

“Los vendedores se ubican en dos espacios, tengo entendido que los de la parte  baja sí venden un poco, pero los que se hallan en lo alto (zona donde estaba el hospital del IESS), no. 

Aún no sabemos por qué”, señala.  

En el Nuevo Tarqui laboran 1.840 comerciantes, 1.400 asociados y otros 400  independientes. 

Mero señala que actualmente hay varios locales vacíos, no especificó cuántos,  pertenecientes a vendedores independientes “que en un principio pensaron que esto era una mina de oro, pero ya se dieron cuenta que no es así”, porque las ventas están regulares.

Digna Murillo tiene un local en la zona alta de la que habla Mero. Ella comenta que en esta última semana regresa a su casa con cinco o diez dólares diarios y a veces nada.  “Eso no  alcanza,  porque gasto en pasaje, comida y a más de eso pagamos el servicio de energía eléctrica”, señala.

María Meza tiene una opinión similar. Ella indica que las ventas no despegan en esta zona. “A veces los fines de semana se hace algo, pero de lunes a viernes es malísimo”, añade.  

Promociones.  Wellington León, funcionario de la Dirección municipal de Emprendimiento, manifestó que realizan actividades como conciertos y ferias para atraer a los compradores. 

Estos eventos generalmente los hacen en fechas especiales o feriados. 

“Además, con varios locales estamos tratando de mejorar ofertas. Solo en Carnaval llegaron cerca de seis a ocho mil personas al Nuevo Tarqui. Yo creo que ya va mejorando”, expresa. 

León manifiesta que lo que sucede en la zona comercial es analizado por los mismos vendedores. Se ha determinado que la zona de celulares y la bahía tienen más afluencia que la de legumbres, ubicada en la parte alta. Agrega que en uno o dos meses  van a cambiar los colores de los locales para que sean más atractivos. 

“Estamos esperando que la obra sea entregada oficialmente al municipio para proceder”, indicó.

Juan Carlos Anchundia, economista, cree que la expansión del comercio ha llegado también a La Aurora, calle 13, El Palmar y Eloy Alfaro. “He escuchado a los comerciantes decir que quieren regresar a Tarqui, pero puede ser que ya no sea lo mismo, hay una nueva realidad comercial en Manta”, indica. 

Tarqui era un caos, dice Anchundia, pero era un caos que producía dinero para los comerciantes.