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Presas de lo políticamente correcto
Presas de lo políticamente correcto
Por: Mariasol Pons C.
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Martes 25 Abril 2017 | 04:00

No es la primera vez que la menciono, pero Oriana Fallaci vale ser citada varias veces. En su libro La Rabia y el Orgullo la autora habla, entre muchas otras cosas, de cómo el mundo es presa de lo políticamente correcto.

Empieza el libro con la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. Habla sin tapujos del verdadero problema con los yihadistas y luego destapa su alma y termina con su silencio, impuesto por ella misma, así como también habla de las razones de su aislamiento. Transmite que fue castigada por su sinceridad.
Lo increíble de leer este libro es cómo esta valiente mujer, que escribe el libro enferma, habla con tanta frontalidad acerca de temas que la gente hoy en día tiene miedo hasta de pensar. Ella le menta la madre a los políticamente correctos y hace un llamado de conciencia a sus lectores. Gracias tía por el regalo. Debo agradecerle en público porque ese libro fue un regalazo.
Y es que hoy somos presa de no poder hablar con propiedad. No podemos decir las cosas sin que los demás de ofendan. Las personas más sinceras son asumidas como groseras. Es evidente que hay que saber distinguir entre grosería y sinceridad, ahí el tino juega un rol  importante. 
En el ámbito ciudadano-institucional tenemos un cuerpo legal que castra nuestras expresiones así como coarta nuestra libertad de expresión. Hablar con demasiada corrección política es hablar de lugares comunes, es enseñarnos a hablar mediante una agresión pasiva que pretende esconder el verdadero sentido de las cosas. Llamar las cosas por lo que son, respetando la individualidad y las decisiones ajenas es mucho más conveniente que escuchar un discurso que al final dices: ¿qué fue lo que dijo?
La idea es que sobre todo lo demás se imponga el respeto y que las normas se apliquen para todos por igual. En el mundo occidental se castigan los extremos y se tiene implícito culturalmente que el éxito está en el balance, en los puntos intermedios. Tan intermedios que son construidos con base en percepciones y muy poca consistencia, porque decir las cosas como son requiere de coraje y de evidencia. No se trata de calumniar sino de hablar con la mayor cantidad de información posible y comunicarnos de manera asertiva. Si me gusta Obama entonces se me percibe como pro-minorías, si me gusta Le Pen soy anti migración y así, mil ejemplos. El punto es que lo políticamente correcto afecta la capacidad de análisis porque no esclarece conceptos sino que los mimetiza y cae en el juego de los “absolutos”. Populismo crea víctimas insertando en la mente humana la capacidad de ofenderse casi con cualquier cosa por identificarse con “grupos vulnerables”. Lo idóneo sería  fortalecer al individuo para que sea seguro de quién es, de lo que piensa y hace. Si por algo le cae el guante, entonces que sepa aceptarlo. Al aceptarlo ya ha sido automáticamente empoderado y así no hay “ofensa” políticamente incorrecta.
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