Hasta la semana pasada, en el lugar existían 6 bloques de edificios, habitados por 36 familias, levantados en 1970 por el Banco Ecuatoriano de la Vivienda. 

Las estructuras no quedaron al margen de los efectos del 16A, y finalmente ante el pedido de los vecinos, fueron derrocados.

El movimiento sísmico causó daños irreparables, motivando a que los habitantes se mudaran a diversos sectores de la provincia y el país; una minoría, en cambio, quedó cerca, viendo como las réplicas terminaron de colapsar sus antiguos hogares.

“Da nostalgia. No viví en ellos, pero pasé toda la vida viéndolos cada vez que iba y venía a mi casa, ojalá en el terreno construyan una obra interesante”, dijo Jorge Perero, vecino del sector.

Anhelo. Según Perero, una vez que no quedó nadie en los bloques, los servicios básicos se suspendieron. 

Las paredes cuarteadas se convirtieron en acólitos de personas que aprovechando la oscuridad llegaban a beber alcohol o botar basura, empobreciendo el ambiente.

Grace Escalante, por su parte, recuerda con agrado las tiendas que funcionaban en la planta baja; allí encontraba de todo, también se topaba con sus amistades y en diez minutos se ponía al día de todas las noticias de la barriada.

María Párraga dijo que en la parroquia hacen falta áreas verdes y en ese espacio bien se podría aprovechar para construir un parque y darle espacio a los niños y adolescentes para que tengan donde entretenerse.