Un manabita nunca va a desearle un 16A a otro ecuatoriano, un manabita es naturalmente respetuoso de la vida y de la muerte.

La lección está clara, no somos iguales; por eso debemos ser autónomos, ecuatorianos pero manabitas; porque nuestra nobleza está probada, nuestra altivez no admite duda, nuestra dignidad que hemos lavado con sangre, no permite que nos quieran ubicar como el patio trasero de nadie. 

Nuestra innata rebeldía y férrea convicción nos obligan o no obedecerle a patrón alguno.

Precisamente por marginación sufrida en la toma de decisiones a nivel nacional por los gobiernos de turno, y por el inequitativo manejo del poder en el país, el pueblo altivo de Manabí se pronunció hace más de 16 años, el 17 de septiembre del 2000, por su autonomía.

Es una deuda histórica de la Asamblea Nacional para tramitarnos ese proyecto ordenado por los manabitas en las urnas.

Frente al maltrato cavernario que hemos recibido los manabitas en la última elección presidencial, por quienes creen que debemos pensar igual que ellos, debemos unirnos como en las grandes jornadas.

Exigir de pie, ya con medidas coercitivas a las autoridades del actual y del venidero Gobierno, y a los asambleístas, escuchar la voz del pueblo, presentando la ley para la autonomía de Manabí, con la que iniciaremos creando la Junta de Beneficencia de Manabí, la recaudación y redistribución de nuestros impuestos, la descentralización para distribuir nuestros recursos, la reactivación seria del puerto de Manta.

Igualmente, restablecer el Centro de Rehabilitación de Manabí, crear el Banco de Fomento de Manabí, desconcentrar totalmente la toma de decisiones del poder central del Estado en la provincia autónoma para la ejecución de obras.

Crear con amplias facultades el organismo rector del turismo de Manabí; hacer realidad la refinería.

Así mismo, es necesario restablecer el Comité Cívico Interinstitucional de Manabí, que se encargue de impulsar la autonomía declarándose en sesión permanente hasta lograr nuestro justo anhelo.