Manabí, tierra hospitalaria y bendita, que entre sal prieta y toquilla dio a luz al más grande de los ecuatorianos de todos los tiempos, el “General de las mil batallas”, cobardemente inmolado en la hoguera bárbara, pero que legó al Ecuador todas sus luchas a cambio del surgimiento de las libertades civiles e igualdad de derechos, hoy plasmados en nuestras leyes.
Manabí también es la cuna de preclaros e ilustres poetas, poetisas, científicos, estadistas, juristas, periodistas, maestros, novelistas, empresarios, deportistas, hombres y mujeres valerosos y productivos, que en las horas más sombrías de la historia han sabido erguirse sobre sus propias dolencias para al igual que el ave Fénix, resurgir de las cenizas.
Nadie tiene la potestad de venir a insultarnos con epítetos injuriosos y darse el lujo de llamarnos provincia de mierda. Es infamante recibir el ultraje de quien seguramente jamás ha sentido la angustia del humilde campesino que ara con sus manos la tierra que nos da de comer; de quien no puede entender la odisea que vive el pescador enfrentado con la muerte por atrapar con sus redes los frutos del mar que llevamos a la mesa; del esfuerzo desplegado por los tejedores que con sus prodigiosas manos han sembrado el mundo de preciosas artesanías que lucen por lo más alto el nombre del Ecuador.
Manabí es tierra bella y hospitalaria, cuya generosidad en recibir y atender con brazos abiertos a todo el que llega a visitarnos nos ha hecho famosos allende las fronteras. Por ello no somos gentuza de mierda, como despectivamente se nos ha tratado. Por el contrario, somos gente buena, honesta y trabajadora, que día a día tratamos de construir un mundo mejor a partir de nuestros propios esfuerzos.
Las irrespetuosas palabras del ofensor solo contribuyen a amplificar las ondas del amor que sentimos por nuestra bella Manabí, aumentan el respeto que profesamos por sus idílicos paisajes, sus lindas e inteligentes mujeres y la hidalga valentía de sus hombres que la vuelven tierra incomparable, pedacito de cielo que Dios nos regaló.
La magistral composición poética del inefable maestro Elías Cedeño Jerves, símbolo musical de nuestra región, articula en sus preciosas notas la sutil carga emocional de una etnia montuvia que no reniega sus raíces ni su identidad cultural, plasmada en los singulares versos del poema… Tierra hermosa de mis sueños/ donde vi la luz primera.