Hoy debemos acudir a las urnas para, mediante nuestro voto consciente, seleccionar a quienes deben integrar las funciones Ejecutiva y Legislativa por los próximos cuatro años.

Con una carga de opiniones encontradas acerca de la eficiencia de quienes dejan el poder o desean continuar en sus funciones, las elecciones de hoy se presentan oportunas para las rectificaciones de fondo, de aquellas que requirieran cada rincón de la patria con aspiraciones a enderezar su estructura interna, que incluso pudieran mejorar la imagen nacional e internacional, de ser el caso.

Luego de una intensa campaña electoral, los votantes ecuatorianos deben haber asimilado adecuadamente información como para formar su criterio sobre las intenciones y capacidades de quienes aspiran a dirigirnos.

Se espera que con esa evaluación la decisión que tomen será la correcta para el bienestar de todos.

Porque para lograr el derecho a reclamar cambios hay que votar con honradez mental y espiritual, pensando en el futuro de nuestro pueblo, de nuestra familia, de nuestros hijos.

Votar para formar esas patrias, grande y chica, fuertes, valerosas, nuestras, criollas, originales. 

Que destaquen como símbolos de pueblos unidos; que más que de sueños disfruten de realidades, de libertad, de justicia. 

Sobre todo para que exista respeto y confianza mutua.

Ir a las urnas con el deseo de terminar con ese canibalismo que siempre aparece y que durante los últimos años pareciera haberse incrementado en el país. 

Para que prevalezca la dignidad, mutando del odio a la fraternidad.

La patria ecuatoriana vuelve a recurrir a nosotros para que la sustentemos, la vigoricemos y, a la vez, la protejamos de los virus contaminantes de la furia, de la soberbia, del conformismo; de la insidia, la calumnia, la envidia, el celo y el egoísmo.

Son lacras que conllevan amenazas a la democracia y restan fuerza a los intentos de desarrollo del pueblo ecuatoriano, que quiere destacar en el concierto internacional como integrante de una nación libre y soberana.

Hoy hay que acudir a la cita haciendo prevalecer nuestra conciencia, nuestra dignidad, para evitar botar el voto al tacho del vasallaje.

Y hay que votar para lograr la plena validez del derecho a convertirnos en permanentes veedores de las acciones de los ganadores.

Para ejercer sobre ellos supervisión al cumplimiento de sus compromisos.

Para que la victoria de la democracia no se torne en solo triunfalismo de los elegidos.