Concurrir a sufragar con ánimo y optimismo, aunque no con conformismo, desechando impulsos negativos que conllevan a la división, que profundizan el fraccionamiento de la nación e imponen severas discrepancias que se convierten en barreras al entendimiento.

Esforzarse para que, con el ejercicio del deber-derecho al voto, los resultados sean una clara y contundente expresión popular, a ser respetada precisamente por surgir de la decisión consciente del ciudadano, lo que equivale a imponer la soberanía de la democracia que radica en el pueblo.

Así la unión nacional no sería una quimera, razonando que la integración ecuatoriana es la estabilidad definitiva del hogar nacional, cuya solidaridad nos fijará al progreso de un futuro concertado con la hermandad.

Y en esto juegan un papel preponderante quienes tienen bajo su responsabilidad el control del desarrollo de las elecciones, para sostener con pulcritud acrisolada un proceso eleccionario digno, despejado de dudas y sin vestigios de irregularidades.

Así lo auguramos y esperamos que se desenvuelva, con el entendimiento de todos, para bien de la misma democracia.