Desde el Concilio Vaticano II se ha impuesto en el orbe católico, a pesar de reticencias innegables, un esfuerzo por el diálogo interreligioso, promovido también en la práctica por el correspondiente dicasterio vaticano, que ha ido cambiando de nombre y competencias.
Pero la visión positiva y comprensiva hacia la religión musulmana no puede poner entre paréntesis realidades que pesan negativamente hoy en el mundo, en parte por cuestiones económicas y estratégicas, pero también como consecuencia de fundamentos tradicionales desde Mahoma en la esfera islámica. No se puede olvidar, en concreto, una tendencia básica que es la unión inseparable entre fe y política, que choca con la vida real en el occidente de origen cristiano.