Las gráficas que los artesanos plasman en el tejido de las chumbis hablan de la naturaleza, la flora, la fauna, la vida cotidiana, las fiestas ancestrales, la cosmovisión y la historia del pueblo Salasaca.

Estas prendas que ajustan los anacos son importantes en la vestimenta de las mujeres de este lugar y de otras comunidades indígenas de Tungurahua y del país.

Resaltan sus atuendos compuestos por el anaco, la blusa blanca con bordados hechos a mano y la bayeta de colores morado, rosado, verde o rojo.

En la chumbi, que mide 2,50 metros de largo y de 10 a 15 centímetros de ancho, sobresalen los tonos como el morado, el verde, el rojo, el azul y el negro.

También se puede identificar si una persona es soltera, casada o viuda por los colores que posee en su chumbi que lleva puesta.

Herencia. Silvia Masaquiza cuenta que adquirió esos conocimientos de su padre Baltazar, de 62 años de edad. 

Su progenitor aprendió de sus abuelos y sus padres, luego los transmitió a sus hijos, por eso mantienen intacto el diseño de las chumbis, que son similares a las que aún usan los taitas y las mamas de esta comunidad.

La mujer, de 37 años, con agilidad separa los hilos de lana de borrego en un telar hecho de madera que su padre diseñó para evitar amarrarse los hilos en la cintura, se sienta en un pequeño taburete que casi está a ras del piso.

Luego cruza los ovillos de hilo de diversos colores de un lado a otro, formando las figuras de la chumbi. “En las fajas que yo elaboro hago referencia a la vida cotidiana de mi pueblo”, explica Silvia. 

En los diseños de las fajas se cuenta la fiesta de los capitanes, el Inti Raymi y otras celebraciones antiguas que aún mantiene el pueblo.