En buenos términos podemos afirmar, con suficiente seguridad, que toda campaña política lleva consigo mismo, el esfuerzo decidido de los sectores políticos involucrados, exponiendo, de modo coordinado, los planes y proyectos en favor de la comunidad que los elegirá; debiendo entenderse como tal, la forma de cómo administrará el área de su competencia; es decir, un conversatorio o un debate de ideas de buen nivel en donde el elector conocerá y decidirá su destino, y el destino de la Patria.

Cuando me refiero a qué debemos entender los ecuatorianos por campaña política, y luego expresar a groso modo la parte conceptual de la misma, es por cuanto lejos de llamársela así, es decir campaña política, por la actitud grotesca, insultante, y definitivamente inapropiada de ciertos candidatos a la mismísima presidencia de la República, y a la Asamblea Nacional, lo que hacen es desnaturalizarla en su esencia misma, toda vez que se deja de lado el mundo de las ideas y del debate como cultura política, lo que en definitiva constituye la esencia misma de toda acción encaminada hacer proselitismo, considerando que esta sirve para exponer el plan de gobierno en todas sus manifestaciones para los casi quince millones de ecuatorianos que convivimos; como salir de la crisis en la que estamos inmersos debido a factores exógenos presentados por la baja sustancial del precio del crudo; y como mejorar la economía, a través de los diferentes modelos económicos propiciados unos por sectores de la derecha ecuatoriana a través del señor Lasso, de la señora Viteri y otros de menor aceptación popular; y por el sector de la izquierda progresista, no tradicional, liderada por el Socialismo del siglo 21 del actual presidente Correa, etc. cuyos candidatos Moreno y Glas la representan.

Frente a hechos bochornosos que desdicen de alguna manera la forma de hacer política en el País, es necesario, aunque resulte difícil, que los candidatos a cualquiera de las dignidades que ostenten, se comprometan, única y exclusivamente a exponer sus planes de trabajo, o sus puntos programáticos y los expliquen de manera clara y minuciosa, sin tener que ofender al adversario; en otras palabras, conversatorio no debate; y cuando se dé un debate, siempre que sea bajo la moderación de un conductor profesional sin sesgo alguno, que no permita insultos y menos  insinuaciones insultantes que enerven la paciencia del sintonizando.