La estructura, según un informe del Miduvi, resultó seriamente comprometida tras el terremoto y por lo tanto advirtieron los riesgos a quienes se mantenían allí; así que sus habitantes no dudaron en desalojar el lugar.

Lo que fueron edificios acogedores y llenos de vida ante la algarabía de grandes y chicos, donde todos se conocían, fue reemplazado por un silencio sepulcral, apenas el ruido de los automotores retumba en las paredes de concreto fisuradas por el movimiento telúrico. 

Los ojos de Betty Molina, una de las primeras en residir en el complejo habitacional, cobran brillo al recordar cómo era el día en que lo compró junto con su esposo. “Eran lindos. Lo pagamos en sucres y dólares”, dice.

El monto, asevera, no lo pudo recordar. Sin embargo, hizo amistad con las personas que llegaron de diversos sectores de la provincia e hicieron una gran familia. Lastimosamente, agrega, tras el terremoto sus amigos se fueron a diversos sectores y no sabe mucho de ellos.

Opciones. Gregorio Cedeño, del Miduvi, dijo que los dueños de los departamentos cuentan con dos opciones para volver a tener casa propia, ya sea para el reasentamiento de El Guabito o adquiriendo una casa de hasta 70 mil dólares, mediante la puesta en marcha de uno de los incentivos para los afectados del 16A.