Digo desinformarnos porque no todo el contenido de lo que se publica en Internet es comprobado, este medio se caracteriza por la libertad que ofrece para que los usuarios digan cualquier cosa, buena o mala. Personalmente, soy fan de Internet, pero tengo en cuenta sus limitaciones. ¿Quién no se ha encontrado a sí mismo perdiendo el tiempo entre una página y otra cuyo contenido es poco o nada relevante en vez de leer el libro que nos espera en la mesa de noche?. Debo decir que en Internet también encontramos un contenido magnífico, pero el formato es distinto.

Está comprobado que en la era de la información los lectores tienen un período de concentración cada vez más corto, el formato de las publicaciones lleva a articulistas y escritores a limitar el número de caracteres que pueden incluir para explicar sus ideas. Esto nos acostumbra a tener que concentrarnos cada vez menos, pero en más cosas. Es decir, que la tendencia en la información es a abarcar más y profundizar menos. A veces ni siquiera nos acordamos de la fuente de la información que recordamos porque es tanto lo que pasa frente a nuestros ojos que fácilmente acabamos confundidos.

Siendo el 24 de octubre el Día Internacional de la Biblioteca quiero recordar por qué me enamoré de los libros desde niña. Al abrir un libro se abre la puerta a un mundo nuevo, a una aventura que recorremos de la mano del autor del libro, pero con los aderezos de nuestra memoria asociativa. La creación de historias de ficción, biografías de personajes de la humanidad, libros de conocimientos científicos, ensayos sobre determinadas ideas nos transportan mediante la inmersión de estar presentes en el momento, de entregar nuestra mente y nuestro corazón a la gratificante experiencia de explorar algo que desconocemos. Esta experiencia engrandece nuestro ser pues nos permite ver las cosas desde otras, muchas, perspectivas.  

Este ejercicio puede alimentar la tolerancia y exacerbar nuestra capacidad de pensar con lucidez. No lo digo porque todo lo que se escribe es verdad absoluta, sino porque al leerlo nos ponemos al servicio de decidir posturas o criterios sobre el tema sin caer en el juicio.

Abrir un libro es como entrar a un clóset con una linterna para explorar su interior siendo siempre una aventura, pues en el proceso podemos descubrir cosas nuestras que no soñamos descubrir. Entrar a una biblioteca para quienes amamos los libros, es como descubrir un universo de clósets e infinitos potenciales descubrimientos.