Guayaquileño de nacimiento, con formación profesional en Chile, pero manabita por sus ejecutorias y razón de vida, con avanzada edad que últimamente le pasó la natural factura para vivir con mejor salud, don Alfredo poseía una distinguida personalidad social dentro de su sencillez y don de gentes, que lo hacían muy agradable y de fácil aceptación en distintos círculos de esta provincia en los que siempre destacó su capacidad de organización y sobre todo la acrisolada honradez de la que hizo gala en todos los altos cargos que la sociedad y su profesión le confió. Por ser innúmeras las obras que en sus ejercicios ejecutivos y de dirección realizó este caballero, es ocioso mencionarlas, solo me atrevo a confiarles que la difusión de sus progresistas ideas en las varias publicaciones de carácter socio-económico que escribió, fueron animadas por este servidor, a quien don Alfredo confió el machote -borrador- de su primera obra, la que publicó con mínimas correcciones de forma que hice, acogiendo mi sugerencia de incluir en su publicación lo referente al Área  Metropolitana “Ciudad de Alfaro”, antiguo y vigente pero no usado logro legal-tripartito de los cantones Portoviejo, Montecristi y Manta, que coincidíamos con don Alfredo, era y es con su correcta aplicación, una excelente herramienta de desarrollo que la provincia necesitaba en y desde esos tiempos, aparte de que nada supera ese apropiado homenaje al montecristense viejo luchador. 

Reitero que, como a algunos nos sucede, más que a muchos nativos de esta generosa y cosmopolita tierra, don Alfredo bastante y bien, amó y sirvió a Manabí en labores del ámbito social-bancario-financiero, reciprocando así lo mucho que él y su familia recibieron de esta comunidad. 

Que como se lo ganó y merece, descanse en paz el ejemplar caballero que fue don Alfredo.