Han pasado 489 años desde que Maquiavelo marchó al Oriente Eterno. Y todavía se siguen aplicando sus consejos.

Buen (o mal) ejemplo lo tenemos en el trámite del actual proceso de concesión del puerto manabita, cuyos responsables, por acción, por omisión o por órdenes supremas, han optado por aplicar la “ley del silencio” con la equivocada idea de que los cuestionamientos sobre dudosos procedimientos, se acabarán una vez consumada la entrega de la Terminal Marítima de Manta a la única empresa (Agunsa) que ha presentado su propuesta de “alianza pública – privada”.

¡Qué equivocados! ¿Creen acaso que su silencio podrá acallar a toda una provincia que se ha puesto de pie para impedir la consumación de semejante perjuicio en lo económico y que, a la vez, lastima el prestigio del país en el exterior, revelado en la abstención de las grandes operadoras portuarias del mundo en el concurso de APM?

Aplaudimos la actitud del Comité Cívico Interinstitucional de Manta al publicar un sesudo análisis sobre la indiscutible y urgente necesidad de declarar desierto el actual concurso de concesión, por el sinnúmero de ilegalidades en que supuestamente se ha incurrido.

Veamos unas cuantas:

1.- Agunsa no propone convertir a Manta en un Puerto de Aguas Profundas ni de Transferencia Internacional de Carga, tal fueron las promesas de S.M. Rafico I cuando venía a Manabí en busca de votos y billusos hace 10 años en calidad de candidato. 

¿No es cierto ñaño Fabricio? O sea que, según la propuesta de Agunsa, el Puerto tendría las mismas características actuales durante los próximos 30 años; es decir, 12 metros de profundidad que no estarán aptos para recibir los nuevos buques de carga que requieren 16 metros de calado.

2.- El canon fijo de arrendamiento del Puerto propuesto por Agunsa es apenas de $ 280.000 anuales (fijos por 40 años) y no contempla ser reajustado por efectos de la inflación calculada progresiva y conservadoramente en un 5% anual. 

Para entonces (año 2056), yo estaré muerto, pero (el infaltable), vuestros herederos y los míos verían con sorpresa sorpresiva, que algo raro debió haberse consumado en el contrato firmado en el 2016, sin haber calculado, con una sencilla operación matemática, que el canon fijo para esos entonces, por efectos de la inflación, debería llegar en el 2056 (por lo menos) a 1’200.000 dólares (S.E.U.O.) ¡Plop! 

(Continuará)