“Hacíamos filas por un granizado. Cuando jugábamos pelota nos peleábamos por quién compraba el primero”, cuenta. 

Ahora el deseo de este producto no es el mismo que hace 10 años.

Ramón Pilligua, quien desde hace 40 años vende granizados en un triciclo, afirma que antes vendía diariamente hasta 250 vasos; ahora sólo expende de 20 a 30 vasos.

Las fiestas parroquiales eran las más “buenas” a la hora de ventas, dice. 

Él sale desde muy temprano de El Florón 3, pedaleando su triciclo y vendiendo a quien desea su producto.

“Es duro andar pedaleando, más aún a mi edad, pero es el sustento de mi familia”, dice. 

Wilmer Ponce es también vendedor de granizados e indica que las ventas no son iguales que hace 14 años, cuando empezó. 

Él se moviliza con su triciclo por la ciudad y cuando dan las 12h00 llega a las escuelas a vender. 

Comenta que no es fácil andar recorriendo por la ciudad, pues es cansado, pero es su trabajo y debe hacerlo bien, comenta. 

>Modernización. Ambos vendedores indican que la máquina le ha quitado mucha clientela al hombre.

Detallan que ahora basta con conectar, presionar un botón y en menos de un minuto ya está el granizado. 

Los “granizaderos” coinciden en que no se modernizarán, pues lo tradicional es más importante y práctico, ya que están en todos lados.

Mercedes Palma es una emprendedora que colocó su máquina de granizados en las afueras de su casa, en la calle Jipijapa. 

Detalla que le ha ido muy bien. 

El vaso de este producto lo vende a 50 centavos, igual que los tradicionales. 

Comenta que el hielo lo tiene guardado en un congelador. Ramón y Wilmer improvisan una hielera con sacos.

“También hacemos jarabes novedosos de chicle, tamarindo, maracuyá, uva. A la gente le gusta también que acá el hielo sale como nieve, más fino, en comparación a los otros”, comentó.