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Manta se sacude el polvo tras seis meses del 16A

Bertha cree que si su marido estuviera vivo le hubiera dicho que hay que seguir adelante. Que Dios tarda, pero no olvida.

Domingo 16 Octubre 2016 | 09:00

Aquellas hubieran sido sus palabras luego del terremoto del 16 de abril, pero Juan Acosta murió hace 12 años y a Bertha solo le quedan los recuerdos. 
Ahora, en una casa provisional, de las 88 que entregó el Gobierno chileno a los damnificados de Manta, Bertha Castro trata de hacer lo que dijo su esposo. 
Ella asegura que si hasta ahora no la ha matado la pena de haber enviudado, tampoco lo hará un terremoto de 7.8 grados. 
La mujer vive en la parroquia Los Esteros, un sector que junto a Tarqui se convirtió en la “zona cero” de Manta, y donde según datos oficiales, unas 553 viviendas resultaron destruidas con el terremoto.
Hoy, a seis meses  de la tragedia, en el lugar la gente repara sus viviendas y otros las construyen. 
Bertha, por ejemplo, accedió a un bono del Miduvi y está a la espera de que levanten una casa en el mismo sitio donde estaba la suya y que ahora solo es un pedazo de terreno. 
A una cuadra, Néstor Cedeño barre la basura de las veredas cercanas a esos terrenos. 
Él es barrendero y desde hace dos años limpia las calles de Los Esteros. Dice que los días posteriores al terremoto veía tristeza y nostalgia en los rostros de la gente, pero ahora observa optimismo y ganas de seguir adelante. 
“Todos construyen sus casas, levantan paredes, arman sus espacios para vivir,  nadie se ha echado al abandono”, indica. 
Durante seis meses Néstor ve aquello todos los días, pero también observó cómo las máquinas demolieron casas y edificios. En esos momentos, cuando todo quedaba en escombros, él sintió que era un hombre con suerte. 
A su familia no le pasó nada y su casa aún sigue en pie. “Tengo una esposa, hijos, nietos y a ninguno les pasó nada, qué más puedo pedir, no he perdido mi trabajo y eso me ayuda mucho”, expresa. 
Luego del terremoto, Manta perdió 2.665 viviendas, pero el número de familias damnificadas es mayor. Es que en algunas de esas casas vivían hasta cuatro familias. Esto sucedía principalmente en Los Esteros y Tarqui. 
En el municipio no hay cifra exacta de familias  sin hogar, pero hasta ahora el Miduvi ha entregado 6.634  bonos, de los 3.672 son para reparación; 2.129 para construcción de vivienda nueva en terreno propio; 826 bonos para casas en urbanizaciones intervenidas por el Estado; y siete para la compra de inmuebles por hasta 70 mil dólares.
A esto se suman las 300 viviendas que el cabildo construyó con el apoyo de instituciones estatales y empresas privadas. 
ESPERA UNA CASA. Maribel Molina, por ejemplo, aún espera que le construyan una casa. Ella vive en el barrio Buenos Aires. 
Esta semana durmió en la calle con su familia. Ubicó sábanas y armó una pequeña covacha para descansar.
A ella le entregaron un refugio metálico provisional, pero debido al polvo tuvo que evacuarlo hasta que le construyan un piso de cemento. 
Cuenta que le resultaba complicado vivir en aquel espacio. El polvo estaba enfermando a sus familiares y por eso decidieron que era mejor dejarlo por unos días. 
Maribel está consciente de que la casa que le construirá el Miduvi no será igual a la que tenía antes del terremoto. Su vivienda era de dos pisos y la compartía con su hija y nietos. “Ahora será pequeña, pero lo bueno es que tendremos un lugar donde habitar”, señala.
El barrio Buenos Aires, donde vive Maribel, es un sector ubicado en la parroquia Tarqui, el casco comercial que resultó destruido por el sismo. En este sitio, el cambio del sistema hidrosanitario fue la obra que dio inicio a la reconstrucción de la “zona  cero” de Manta. 
Hasta ahora han sido enterrados siete mil metros de redes de agua potable y alcantarillado, y en nueve meses se prevé que Tarqui tenga nuevo sistema hidrosanitario, según datos entregados por la Dirección de Comunicación del municipio. 
En la obra se invierten 19 millones de dólares y, según el municipio, esto es solo el principio de la regeneración de Tarqui. 
Lo que viene es la construcción de un corredor turístico a través de una empresa española. La obra está prácticamente financiada con un crédito, indica el informe municipal.
A esto se suman otros trabajos que se realizan con el crédito del Banco Mundial de 100 millones como son: la regeneración de la calle 13, avenida 24 y vía Barbasquillo.  
Según el cabildo, tomando en cuenta todas estas obras y las planificadas, la ciudad tiene un 30 por ciento de avance en temas de reconstrucción. 
INCREMENTO. Durante más de 15 años Jorge Bermúdez vendió pescado en el mercado de Tarqui. Allí trabajaba con otras personas que se dedicaban al mismo oficio. 
Actualmente todos están en diferentes lugares. Luego del terremoto algunos se ubicaron en Los Esteros y parroquia Eloy Alfaro. Aunque, otros 10 vendedores, decidieron al igual que él quedarse en la avenida 4 de Noviembre. “Una de las facetas más tristes de esta tragedia es que los panas tuvimos que separarnos para poder seguir adelante”, indica.
En Tarqui laboraban al menos dos mil comerciantes. Más de mil se han ubicado en el sector La Poza, en pleno centro de la ciudad, y otros se instalaron en mercados como el de Los Esteros y la parroquia Eloy Alfaro. 
Se espera que a mediados de noviembre de este año, todos sean ubicados en una nueva zona comercial llamada Nuevo Tarqui, que tiene un 60 por ciento de avance. 
Hasta ahora han instalado 1.174 módulos de un total de 1.800. 
En ese mes los comerciantes se reencontrarán y Luis Zambrano, un betunero que lleva 15 años trabajando en Tarqui, tal vez visite ese lugar. 
Desde que ocurrió el terremoto Luis no ha salido de la “zona cero”. 
Él acude todos los días a limpiar zapatos y actualmente sus principales clientes son los policías que vigilan el sitio y uno que otro curioso que llega a ver cómo está Tarqui. Dice que en los días posteriores al sismo, él limpiaba los zapatos de la gente que velaba los muertos en el parque de la parroquia. 
Está convencido de que en momentos como este  lo mejor es tener la mente ocupada, sacudirse el polvo de los zapatos y seguir caminando.  
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