Como dijimos hace un año, la más enérgica condena de aquel horrendo atentado a la revista satírica Charlie Hebdo es compatible con la denuncia de esta forma de mal entender la libertad de expresión. Las caricaturas ofensivas no tienen ninguna gracia y además vuelven a ser falaces. No es en el corazón de la verdadera expresión religiosa donde anida la violencia. No es Dios quien asesina, son los hombres que toman su nombre en vano los que lo hacen; o como nos ha demostrado el siglo XX, los hombres que tratan inútilmente de borrarlo del corazón del hombre con ideologías totalitarias.