En Ecuador también existe una versión útil de analizar, aunque su espacio de acción es nada más y nada menos que el mundo político. 

Sus protagonistas son líderes y militantes que, según ellos, han recibido el llamado divino para dirigir los destinos del país y salvarnos de los malévolos planes de los villanos de la 35.

Como dos superhéroes, al mejor estilo de Iron Man y su épico enfrentamiento con su antiguo socio, Capitán América (se supone que son los buenos), Guillermo Lasso y Jaime Nebot se están enfrentando en un cara a cara que solo cierra más la ya apretada puerta de la unidad opositora.

La torta de la derecha no es tan grande como la quieren vender. 

Hay demasiados proponentes electorales, y todos venden la misma tesis del llamado divino para ejercer los destinos de la patria. 

Desde Álvaro Noboa, que por sexta ocasión saldrá a la arena política, hasta Dalo Bucaram, Enrique Ayala Mora, Paco Moncayo y Lourdes Tibán.

Ecuador es el paraíso de los presidenciables políticos. Todos, sin excepción, se creen, con derechos o no, a pensar sus nombres y apellidos en la boleta electoral, aunque algunos tengan claro, en el fondo, que sus posibilidades de llegar a Carondelet son no solo escasas sino además improbables.

El escuadrón suicida de candidatos presidenciables está lustrando sus zapatos y planchando sus mejores trajes, que de seguro exhibirán ante un público efervescente, emborrachados por los sueños de cambio o mejoría de sus condiciones actuales.

De repetirse la receta de 7 candidatos opositores, como en el 2013, las posibilidades de victoria del correísmo son realmente altas. 

El correísmo sin Correa de candidato, incluso podría hasta plantear una tesis mejorada.

O una nueva versión del candidato imbatible, que por 10 largos años abrazó son su sombra todo el panorama político ecuatoriano.

Si el escuadrón suicida de candidatos opositores no revisa sus estrategias, muchos serán culpados de “chimbadores” ocasionales. 

Sé lo difícil que resulta a veces, renunciar a sueños y aspiraciones personales. 

Pero en la política muchas veces perdiendo se gana, y ganando se pierde. 

Solo debemos escoger con cuál de las dos tesis nos quedamos.

Yo prefiero y recomiendo la primera.