Como ya es conocido, este sismo del 16A ha dejado 673 fallecidos por acción directa, algunos miles de edificaciones derrocadas y otros cientos por demoler, causando un tremendo impacto en la economía general de Manabí y de Muisne, en Esmeraldas, la que difícilmente se recuperaría a pesar de los planes de reconstrucción que se están poniendo en marcha.

Cabe destacar que esos planes están atrasados por la lentitud que llevan, debido,  principalmente, a la crisis que afecta al erario nacional, lo cual no permitiría que las ciudades afectadas vuelvan a quedar como eran antes. De manera especial me refiero a ciudades pequeñas como Bahía de Caráquez, en donde serían demolidas 490 edificaciones, de las cuales se calcula que gran parte de ellas no serían reconstruidas, precisamente por el factor económico. 

Con el objeto de que los planes de reconstrucción sean ejecutados con eficiencia y sin objetivos políticos, se ha sugerido que el comité especial esté conformado por representantes de organismos especializados de origen local, para que se dé ejecutividad y seriedad a esos planes y al manejo de las rentas específicas, las que deben tener un solo fin, evitándose el desvío de las mismas como se especula con cierta cantidad millonaria no aclarada debidamente.

Se tiene la experiencia de otros desastres sucedidos en años anteriores, y es por ello que se insiste en la autonomía de ese organismo reconstructor, ya que por su trascendencia, a nivel nacional e internacional, Manabí así lo requiere, Manabí así lo exige y Manabí tendrá que seguirlo exigiendo. 

Hasta tanto, se debe seguir haciendo lo que localmente y por iniciativa propia se viene realizando en diversas ciudades y sectores de Manabí y de otras provincias, a fin de robustecer esa solidaridad de todos y ese deseo de  recuperar en algo lo perdido y volver a tener la característica que por siempre ha destacado en cada zona y sector de la provincia. 

Esta debería ser la labor motivadora del Gobierno central, del provincial, de los municipios y de las juntas parroquiales; para, en unión de las instituciones particulares y de la ciudadanía en general, promover ese accionar de todos, que lleve a mejorar pronto el actual estado de cosas, olvidarnos del pasado y prepararnos para un próximo y definitivo futuro.

Nuestros hijos y descendientes deben aprender a hacer frente con capacidad las vicisitudes de mañana. Porque los movimientos sísmicos continuarán, pero se debe estar mejor preparados, para evitar las tragedias del ayer, haciéndose necesarios la regulación y el control de las construcciones. Y que no suceda lo del 16A, cuando un solo edificio causó más de un centenar de muertes.