“Alrededor de mi horno se tejen muchas historias de mi familia; aquí no solo llegamos a preparar los alimentos, sino que junto a él nos trasladamos a la época de nuestros abuelos y recordamos momentos inolvidables de nuestra familia”, dijo.

Anita es oriunda del cantón Junín y a sus 42 años de edad asegura que nunca lo dejará de usar.

“Mi abuela Dolores Durán nos inculcó su uso; pero sobre todo su limpieza para conservar su durabilidad”, dice.

 

Etnografía. De acuerdo a investigaciones arqueológicas y etnográficas, el uso del horno viene desde las culturas antiguas como la Valdivia (4000-1450 a.C). Cuando llegaron los españoles lo usaban las culturas Jama-Coaque (500 a.C-1650 d.C) y Manteña (800-1532 d.C), territorios considerados hoy como Manabí.

Doménika Sánchez, directora del museo de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí, manifestó que se conoce que en aquellas épocas los hornos estaban a nivel del suelo y que las mujeres debían estar en cuclillas para preparar los alimentos.

Sin embargo, con el pasar del tiempo su estructura fue modificándose; es decir, que se empleó la caña guadúa, luego madera como el laurel por su resistencia, precisó.

 

Difusión cultural. Pedro Montalván, guía del museo de la ULEAM, indicó que los hornos de leña en la región siguen siendo requeridos. 

“Como institución nosotros hacemos una campaña cultural permanente para difundir los objetos etnográficos como el horno para que sean empleados por nuestros descendientes en la posteridad”, agregó.

Con respecto a su construcción, dijo que las técnicas constructivas tradicionales han quedado un poco de lado, ahora la caña o madera han sido reemplazadas con ladrillos y sin descuidar ningún secreto en la conformación de la parte no visible del horno.

El tiempo en que se puede construir un horno de leña puede ser una o dos semanas. 

Para hacerlo se necesita tener buena madera, porque de ello dependerá su vida útil, pero lo más recomendable es utilizar laurel o guayacán.

Para la parte interna se requiere también barro, arcilla, tierra, una olla grande de barro (no siempre es necesaria) y ceniza para el final.