Aquello, que pudiera ser parte de la guerra sucia que suele presentarse en esta clase de eventos electorales, resulta sorprendente si se considera la situación de refugiado de Assange, donde supuestamente estaría limitado en sus actos y pronunciamientos.

Pero no solo eso, sino que su proceder tiende a ser comprometedor para el país que lo alberga, porque se presumiría que lo hace con la anuencia de este, responsabilizándolo, también, de lo que se publica.

Estimamos que el Gobierno Nacional, embarcado en la protección del australiano que es solicitado por la justicia sueca por presunta violación, debe definir su posición en cuanto a la conducta del mismo, ejercitando las reglas internacionales existentes para el caso que prohíben esta clase de intervenciones. Ecuador no debe permitir que un extranjero, circunstancialmente y por humanidad bajo su protección, lo involucre en política interna de otro país, so pena de ser considerado cómplice intervencionista de lo que se hace o se diga.