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Nuestra responsabilidad social
Nuestra responsabilidad social
Por: Guido Álava Párraga

Martes 26 Julio 2016 | 04:00

Como adultos maduros, conscientes y obligados moralmente a hacer algo por el bien de la sociedad en que vivimos, no nos queda otro camino que actuar; este accionar implica cumplir responsable y apasionadamente con nuestros roles, el de padres, el de esposo, el de ciudadano y el de buen prójimo.

La sociedad en la que se desarrolla nuestra existencia no es un abstracto o algo etéreo, es nada más y nada menos que nuestras familias, nuestros vecinos, los que están en las calles; y todos  quienes en este momento están luchando por sobrevivir en distintos lugares y circunstancias: en el campo, en los suburbios, en los barrios, en las urbanizaciones de nuestra ciudad. Para ponerlo más claro, es todo el entorno donde están creciendo y formándose nuestros hijos, niños, adolescentes y jóvenes, junto a los adultos y ancianos que ya fueron formados o deformados. 
Ahí, en ese espacio tangible donde estamos desde hace décadas, nos corresponde hacer algo y bien hecho; ahí nos corresponde instruirnos bien en todo conocimiento para tener con qué instruir a nuestros hijos, ahí nos es ineludible dar de ahora en adelante buenos ejemplos, tiempo de calidad para nuestros hijos a toda edad.
Ahí nos corresponde ser honestos, serviciales y alegres con todos, ahí tenemos que dejar de ser envidiosos, arrogantes, petulantes, amargados y violentos. 
Para que esto sea harto posible, nuestra sociedad necesita de padres y  maestros de escuelas, colegios y universidades comprometidos con la práctica de valores éticos, morales y espirituales, enseñándolos con el ejemplo, los unos desde el hogar y los otros desde las aulas. Estas enseñanzas deben ser incluyentes de  referentes escriturales bíblicos y con un énfasis mayor con el que se enseñan los otros conocimientos. 
Esto si es que queremos salir de la crisis social global tan aludida como “falta de valores”, ¿será posible otra salida?
Resultará saludable que los papás con hijos menores de 18 años y todos los profesores primarios, secundarios y universitarios, inicien una urgente profundización en el conocimiento de los valores del cristianismo, no a una religión sino a una relación seria y profunda con los postulados milenarios contenidos en la Biblia que supere los fanatismos, religiosismos y dogmas.
Si hacemos esto, nacerá la nueva sociedad con los nuevos  niños, jóvenes y adultos para la trascendencia; emprendedores, buenos esposos, buenos padres y mejores ciudadanos. 
De esta manera generaremos un círculo virtuoso de nuevos esposos, nuevos padres, nuevos hijos y nuevos ciudadanos, haciendo todo tipo de bien, cumpliendo cabalmente el rol que les corresponda.  
A esta visión debemos apuntar todos.
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