Enrique Vera aún no se acostumbra a los solares vacíos que invaden el centro de Calceta, en el cantón manabita de Bolívar.
Como él, cientos de ciudadanos se apenan al no encontrar el viejo y romántico reloj público que desde el año 1929 acompañaba a los calcetenses o el edificio municipal, tampoco el coliseo Silvio Larrea y las casas y negocios de sus amigos.
“Es una pena aún no me resigno a lo que nos pasó, media ciudad se vino abajo”, dice Vera.
En esta ciudad el terremoto del 16 de abril no hizo concesiones, se dañaron 180 edificaciones entre casas y edificios. Hasta ahora el comité de reconstrucción ha logrado desalojar los restos de 120 y trabaja en los restantes 60.
La ciudad parece que hubiera sufrido una guerra, señala Vicente Arroba, otro de los nostálgicos de Calceta.