Algunos gobiernos, locales y nacionales, apuestan la gestión en el éxito de “la comunicación” que sintetizan en abundante propaganda o anuncios locuaces y por ello llegan a pensar que con lo que arbitrariamente definen como “comunicación” se puede suplir su deber prioritario que es gobernar. Craso error.
Hay casos donde “eruditos de folletines” preguntan, con autosuficiencia propia de curanderos y charlatanes iluminados o vendedores del secreto de felicidad con pomada mágica: ¿quién maneja su imagen? (asocian manejo de imagen con relaciones públicas o producción de audiovisuales o manejo de prensa o hasta con maniqueísmo) y pasan a concluir: allí está el problema. Y dicen tener el remedio mágico: pon más publicidad (propaganda) o contrata más con los medios, que allí sube tu popularidad, controlas los medios y tienes gobernabilidad -a veces son premisas interesadas en lograr una buena parte de la pauta- con esos consejos y remedios se puede tener sensación de tranquilidad por un tiempo, pero los problemas de gobierno y comunicacionales no se habrán solucionado y más bien podrían incrementarse, por lo confuso y mentiroso de los mensajes que se lleguen a emitir.
También tenemos el ejemplo de la coyuntura donde se lee a un líder, quizás, ensimismado y endiosado por su alta popularidad, que apuesta a su rol mediático y de gran comunicador instintivo, para pasar con éxito los dos años electorales que vivimos. Esta lectura siempre será fruto de la interpretación de mensajes que se emiten y transmiten, de los cuales un gobierno debe tener conciencia plena o de lo contrario una parte importante de su acción gobernadora, como lo es la comunicación, la habrá dejado para el arbitrio de la bilis, odios, resentimientos, traumas, vanidades y banalidades o simplemente de la audacia, la interpretación e intereses. La luna de miel no dura para toda la vida, lamentable e inevitablemente. Los índices de popularidad y credibilidad suben y también bajan.
Tampoco se tiene muy en cuenta, más a nivel local, la medición de los mensajes y sus impactos; no se aplica ninguna disciplina en la construcción de los contenidos, por lo que las piezas del discurso y de la propaganda en Prensa, Radio o Televisión, tienden a ser lineales, unidireccionales, aburridas e incontrastables.
La comunicación es importante, importantísima, pero no está llamada a suplir los actos de gobierno sino a comunicarlos.
Cuando alguien pregunte: cómo mejorar la percepción de la gente sobre un gobierno (que cuenta, y mucho), siempre habrá de responderse de manera sencilla y directa: Gobernando. Y si es gobernando bien, mucho mejor. No conozco gobiernos exitosos que no hayan basado sus logros en los actos de gobierno.
Tampoco es aconsejable mentir u ocultar información, el mejor remedio conocido en una crisis política y de comunicación, es la verdad y transparencia.
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