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Carol Murillo Ruiz | E-mail: [email protected]
El fondo de Correa
Carol Murillo Ruiz | E-mail: [email protected]

No hay duda alguna que el país vive momentos extraños. Las verdades, sin ser nuevas, ocupan hoy lugares estelares en los medios de información, de aquellos que quieren y no quieren publicarlas.

Viernes 08 Junio 2007 | 21:04

Sobre todo las verdades económicas encubiertas con un manto de discurso político. Escuché decir a un profesor universitario, claramente opositor al gobierno pero con matices de pretendida objetividad: “Correa es un hombre impulsivo, frontal, pero no hay duda que por fin hay un Presidente, se siente que hay un mandatario, que habla como Presidente, que ostenta una jerarquía”. Me quedé asombrada. Parecía que a los ecuatorianos les gusta, cuando se sienten huérfanos, la idea referencial de un representante, de alguien que hable por ellos, de alguien que encarne la voluntad de oír las verdades no solo en reuniones sociales y clubes de roce minúsculo, sino de alguien que ande sin ambages, que pronuncie sus ideas acorde con las realidades, o con lo que esconde la aparente realidad. Sin duda, en el Ecuador la democracia que se ha vivido, fundada en el roble de tradiciones obscuras, se estremece cuando un hombre, Correa, pronuncia lo que muchos habitantes del país saben y resaben más por viejos que por diablos; y cuando la conducta de la “altura presidencial” rompe el acartonamiento que el poder reviste en su etiqueta efímera. Los medios de información (opinada) acostumbrados y forjados en el performance político de refinado estilo, se pasma ante tanta franqueza, tanto desplante, tanto envalentonamiento. No dudo que Rafael Correa, a ratos, lejano al uso de la palabra precisa y otros usándola atrabiliariamente, no descansa elaborando frases para enaltecer a la Patria y su regreso cívico. Sin embargo, eso tiene remedio: unas cuantas clases de retórica política, en el sentido no sofista del término, es decir, con filosofía política incluida, podría mejorar el decir del Presidente. Pues lo que más duele o lo que más les duele a los sabios del protocolo mediático, es que la forma sea también el fondo. Ese dolor es incurable. Entonces, yo le digo al Presidente: que no calle, que siga hablando; que elabore las verdades de este país en un terreno de piedras... preciosas; o sea, que diga lo que tenga que decir en la tribuna de su jerarquía, en el atril de una forma que compagine con el fondo sin agraviar el fondo y sin agraviar la forma. Que el dolor del protocolo siga siendo el dolor del protocolo. La palabra, la incomparable palabra humana, no puede ocultar la hondura del pozo. No puede minimizar la nata turbia de nuestra historia. Correa no debe fallar. Por eso, también, es importante que la forma deje lugar para desnudar el miedo, el miedo inducido que circula a través del rumor y el descaro. Veo la TV y veo el miedo inducido por la banca. Le “recuerdan” a los ecuatorianos una crisis bancaria -la del ‘99- no propiciada por un gobierno sino por un puñado de banqueros pillos y sinvergüenzas. Una crisis que sí, eso sí, fue solapada por ese gobierno. Eso es otra cosa. Ni estamos en ese tiempo ni hay lugar para la perversa comparación. ¿Libertad para inducir el miedo? ¡Esa libertad sí que es tenebrosa! Ningún lugar para el miedo. Un solo lugar seguir luchando: la política.
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