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TERREMOTO
Albergues vs. Refugios, el dilema de los damnificados

Refugios y albergues son escenarios de una misma realidad: allí encuentran cobijo quienes lo perdieron todo en el terremoto.

Domingo 05 Junio 2016 | 10:56

Pero la diferencia, y más aún la conveniencia entre el uno y el otro, es más dificil de establecer. De lado y lado se dan argumentos.
Mientras que el Gobierno enfatiza los servicios que dan en los sitios que atienden de forma oficial, y su conveniencia, hay ciudadanos que miran otras razones para considerar los refugios como mejor elección.
En el caso del improvisado campamento en el parque Naciones Unidas de Portoviejo, una de las principales razones ondea sobre las cabezas de quienes se resguardan allí: los árboles.
En este lugar se agrupan unas 125 familias (alrededor de 400 personas) cuyas casas sufrieron daños en los edificios multifamiliares conocidos como los bloques de Los Tamarinos y la zona colindante.
El parque, lleno de frondosos árboles, podrá no tener las más cómodas ni mejores carpas, pero el viento sopla fuerte e incluso bajo un radiante sol siempre hay sombra.
Isidro Loor, quien coordina allí un grupo de familias, explica que dificilmente irían al albergue del aeropuerto por múltiples razones: aún tienen pertenencias en sus viviendas, les preocupa la escasa sombra sobre la pista del aeropuerto, además están más cerca de donde siempre han hecho sus vidas.
John Intriago, otro de los coordinadores, explica que piden ayuda para tener más letrinas y carpas adecuadas, pues la mayoría ha tenido que improvisar con lonas. Además solicitan dotación de agua potable desde las tuberías cercanas.
“Nos preocupa que la ayuda está disminuyendo. Cada vez las raciones son menos”, advierte sobre lo que les distribuyen.

FOTOGALERÍA: Gráficas de los albergues y refugios en Portoviejo

Escuela. Junto a una derruida concha acústica se levantan las carpas del refugio del sector Forestal, en la salida de Portoviejo hacia Crucita.
Susana Chóez hace las veces de coordinadora en ese espacio donde están unas 37 familias, son 117 personas.
Ella explica que la principal razón de estas familias  para no salir de allí es que (literalmente) están al lado de la unidad educativa Club Rotario, donde estudia la mayoría de los hijos de los damnificados. “Para muchos sería muy dificil y costoso pensar en venir de tan lejos a dejarlos y recogerlos”, explica.
En este refugio, al igual que en los demás que se han formado en la provincia, tienen atención médica, resguardo policial, visitas de técnicos sociales y más. Pero por otra parte, la provisión de agua, la disponibilidad de inodoros y baños no es cosa fácil.
“Debemos ir a prestar a algún lado o donde se pueda”, explica Chóez.
Deporte. Un funcionario pita, tira el balón y empieza el juego. El centro de un albergue en Jama es una cancha de fútbol con arcos metálicos y la línea demarcatoria del campo está pintada de blanco. De inmediato los niños corren tras la pelota y pareciera que olvidaran las razones que los llevaron a vivir allí.
Carpas grandes en forma de casa, reservorios elevados de agua, duchas, baños, atención médica y psicológica, espacios lúdicos para niños, áreas de atención de adultos mayores. Estas son algunas de las facilidades y servicios en estos albergues que ya se han implementado y que buscan dar acogida con la mayor de las comodidades a los albergados.
Julieta Arboleda, coordinadora zonal del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), ratifica que todos los esfuerzos están concentrados en los albergues oficiales.
Explica que para que los ciudadanos guarden sus pertenencias hay contenedores con seguridad militar, que se ofrecen todos los servicios y que de a poco deben cerrarse los refugios, ya que no tienen las garantías.
La funcionaria explica que esto es algo que promoverá con el bono de alquiler que reconoce hasta 135 dólares mensuales. “Si alguien se acoge a este beneficio debe ir a la casa que alquiló, no puede seguir en un refugio o un albergue”, señala.
Jaime Ortiz vive con su esposa y tres hijos en un albergue.
Reconoce todas las comodidades y facilidades que tienen, pero dice también que la vida allí no es fácil. Explica que hay personas a las que les cuesta adaptarse a las reglas que buscan que todos vivan en orden. Hay problemas en la distribución y el cumplimiento de tareas. Pero más allá de eso confiesa que hay una pregunta que no se va de su cabeza: “Cuando acabe todo esto ¿dónde iremos?”

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