Cuenta que solo bastaron segundos para que 40 años de trabajo se perdieran bajo los escombros.
Este comerciante oriundo de Loja llegó a Portoviejo cuando tenía 20 años. Dice que esta tierra siempre tuvo un alto flujo comercial.
Recuerda que a la capital manabita no llegó solo, pues lo acompañaba Máximo Hidalgo y otros comerciantes. “Éramos un grupo de amigos que llegábamos a las ferias junto con el famoso ‘Gato’ y andábamos recorriendo varios cantones de la provincia”, indica Guerrero.
PREOCUPACIÓN. Los días para este comerciante han cambiado, pues señala que tras el terremoto tuvo que abandonar la zona comercial donde vendía mochilas, bolsos y maletines (calle Pedro Gual y Ricaurte de Portoviejo).
Para poder activar su economía tuvo que colgar parte de la mercadería que rescató en los exteriores del condominio Pedregal (ubicado en la calle Jipijapa, ciudadela California), lugar donde vive.
Édgar señala que de su mercadería solo pudo salvar el 60 por ciento y el resto se perdió, ya que la gente se aprovechó del caos y pánico que provocó el sismo y saqueó algunos locales comerciales, entre ellos el suyo.
Recordar este episodio lo llena de nostalgia, puesto que recientemente había invertido 10 mil dólares en mercadería escolar.
Afirma que las deudas con los bancos y los gastos de la casa lo obligaron a poner el negocio de toda su vida en las afueras de su casa. “Además, los arriendos se han elevado mucho”, manifiesta el comerciante de 60 años.
Pese a que sus hijos lo llaman para que vuelva a trabajar en su natal Loja, dice “de aquí no me voy”.