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Terremoto 16A
Tras ayudar a damnificados supo que su mejor amigo había muerto
  • Vendedor de empanadas que donó su ganancia para damnificados, perdió a su amigo de 30 años.

José Montesdeoca es un portovejense radicado hace 17 años en Quito, que conmovió al país dos días después del terremoto.

Lunes 30 Mayo 2016 | 08:00

Él es vendedor de empanadas de harina y se convirtió en noticia nacional cuando toda su venta del día la invirtió en comprar alimentos para donarlos a los damnificados de Manabí. 
Su gesto fue contado por Ecuavisa y de inmediato se hizo viral en las redes sociales, pero lo que ocurrió después en su vida no lo supo nadie, dijo Montesdeoca. 
Era domingo y apenas había pasado pocas horas del terremoto del sábado 16 de abril, cuando el comerciante se enteró que su mejor amigo, Manuel Cantos, a quien siempre llamó “Manolo”, estaba atrapado entre los escombros del edificio donde funcionó la farmacia Imperial, en la calle Rocafuerte y avenida Guayaquil de Portoviejo. 
Montesdeoca guardaba esperanzas que su amigo de más de 30 años estuviera con vida. Esa noche no pudo dormir bien por la preocupación.
El lunes amaneció y se fijó una meta: vender todas sus empanadas para ayudar a los damnificados del terremoto.  
Normalmente sale a la calle a vender hasta 80 empanadas, cada una a 50 centavos, pero ese día llevó 100. 
En dos horas vendió 96, que significaron casi 50 dólares. Entonces acudió a una tienda y compró varios productos que guardó en una funda y las llevó hasta la Avenida de los Shyris, donde un grupo de personas receptaban toda la ayuda para los damnificados. Justo ahí fue entrevistado por un periodista de Ecuavisa. 
Incertidumbre. Montesdeoca se marchó a casa aún con la incertidumbre de no saber qué pasaba con Manolo. Dos hora después de haber llegado a su vivienda, apareció uno de sus hijos para contarle que habían encontrado a Manolo. 
Montesdeoca se emocionó y cuando se disponía a saltar de alegría su hijo lo frenó. Le dijo que Manolo, el amigo que una semana antes lo invitó a comer un hornado de pescado en Portoviejo, estaba muerto. 
Aquella última vez que se vieron, también quedó la promesa de comer, aunque en esa futura ocasión quien debía invitar era Montesdeoca. Sin embargo, él cumplió su promesa, visitó Portoviejo y buscó a Manolo. Encontró un portarretrato cerca al lugar donde murió, rodeado de flores y donde ubicó una vela para despedirlo. 
José Montesdeoca vende empanadas dos veces al día, menos los domingos. 
Recorre las calles de Quito ofreciendo sus alimentos. 
Días después de su colaboración recibió ayuda económica de varias personas. Ese dinero, contó él, lo volvió a invertir en víveres que llevó para donarlo en Portoviejo, su ciudad natal.
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