Lo acontecido, indiscutiblemente está asociado a la recomposición de la corteza terrestre. Su devastadora presencia va acorde con la destrucción exponencial de las ciudades donde inciden las ondas sísmicas, por lo que urge empezar a delinear entornos humanos inteligentes, diseñados con tecnologías futuras y perdurables con el tiempo. En otras palabras, se deberán construir espacios urbanos que mantenga un equilibrio entre lo social, lo económico, lo  ambiental y lo humano; al unísono con tecnologías cognitivas en construcción de ciudades como cuerpos saludables.

La sintomatología, detectada en la desordenada constitución y planificación del crecimiento de las urbes de nuestra región, es desdeñosa con los criterios técnicos georeferenciales de construcciones de inmuebles a sabiendas de la ubicación de nuestras territorialidades en áreas sísmicas tectónicas. 

Hemos dejado que la empresa privada planifique nuestro espacio público, convertido en centros comerciales, dejando de ser ciudadanos para transformarnos en clientes; lo lógico sería que estas empresas constructoras y comerciales, en sectores donde se conjuga el mayor flujo de habitantes, deben construir edificios verticales cimentados con técnicas antisísmicas y retribuir a la ciudad que les da cabida con la provisión de parques y plazas de encuentro con foresta. No podemos seguir generando ciudad dispersa menoscabando las áreas agrícolas; lo ideal son las ciudades verdes, ecoamigables, compactas verticales, sostenibles y humanas, como cuerpo saludable construido diariamente.

Por qué no pensar en una ciudad con concepto de bosque vertical, donde los edificios no emitan CO2, al utilizar energía renovable; donde existan contenedores de basura repletos de basura clasificada, con posibilidades de reciclaje y manejo de residuos, adecuados en botaderos como fuente antropogénicas de gas metano, las mismas que podrían generar energía y permitir la iluminación de los sitios públicos con tecnología LED, ahorrando un 60 % del consumo actual. 

Por qué no aspirar a la existencia de buses y taxis eléctricos, energizados eólicamente para reducir las nocivas toneladas diarias de CO2; o la construcción de rascacielos abastecidos de energía solar, o la movilidad y conectividad de las ciudades de ecología urbana con la  construcción de vías, puentes y pasos peatonales que conecten con los puntos clave de una ciudad moderna. Multiplicidad de ciudades están implementando estas innovaciones propias del buen vivir y  salvaguardando la ecosustentabilidad del planeta, para preservar al humano y librarlo de su extinción, de los desastres geológicos y climáticos a los que está expuesto.