A punto de cumplir 30 años, el español practica un juego muy apoyado en el físico, fuerza su naturaleza y, a la postre, sufre lesiones. Su rodilla se ha revelado como su punto más débil, debilitada por numerosas tendinitis a partir del 2007, pero que se agudizaron en los años siguientes y le afectaron en 2009, cuando sufrió en París su primera derrota en el Grand Slam de tierra batida contra el sueco Robin Soderling. Al año siguiente, la rodilla le obligó a apartarse en los cuartos de final del Abierto de Australia contra el británico Andy Murray y también se reprodujo en julio del 2012 y en febrero del año siguiente. Ese año Nadal comenzó un periodo de recuperación que le mantuvo ausente ocho meses de las pistas. 

En enero del 2014 de nuevo reaparecieron los problemas físicos, esta vez en la espalda, en la final del Abierto de Australia contra el suizo Stanislas Wawrinka. En el 2015 no tuvo lesiones, pero su confianza había perdido enteros tras tanta inactividad. En la batalla por recuperarla, este nuevo problema en la muñeca le aparta de su torneo más querido justamente cuando apuntaba a la posibilidad de demostrar que, de nuevo, su voluntad de victoria era superior a las limitaciones de su físico.