Dentro de esta  concepción, el informe fue totalmente informal, sin lecturas en papel y con actuaciones musicales nunca vistas en el Congreso, en las que no podía faltar el altamente entonado pasillo Manabí. Dada la emotividad del momento y reciente aún la tragedia, unas lágrimas rodaron sin permiso.

Subjetividades aparte, un buen ecuatoriano no podrá negar que el ex boy-scout Rafael Correa inició una época de modernización y recuperación del Estado, retaceado en mil pedazos con autonomías que lo hacían ingobernable. Esta misma gobernabilidad es percibida por unos como autoritarismo. 

Por supuesto, si uno de sus mayores detractores, un débil expresidente, soportó que  insultaran a su progenitora cuando recorría las pésimas carreteras manabitas y, muy bien mandado, acudió al llamado de un gran empresario, uno de sus auspiciantes. Era la única forma de llegar al poder, el que luego servía a grandes intereses… y así nada cambiaba. Y este expresidente fue calificado como extremista cristiano! Así era la ultraderecha, ahora con un rostro  centrista.

Inevitablemente se contrasta la actualidad con el pasado, lleno de medidas económicas que originaban interminables paros y con ellos, pérdidas para las mismas empresas que siempre lo olvidan.  Este cambio tenía que incluir gente inhabilitada de por vida; también una dignificación de las entidades de servicio, para funcionarios y usuarios, dignificación que llegó  hasta las gasolineras.

A Correa la historia le debe el ingreso a la modernidad aunque a un alto costo, como la clausura de universidades y exigencia de mayor preparación de maestros y catedráticos. El cierre de varias entidades es un reconocimiento de que el aparato estatal se había expandido demasiado. Para nivelar la balanza de pagos  las medidas económicas, que ya debieron declinar, entran en ese costo. Es cierto que cuando aquellas afectan a grupos de élite, surge el encono irreconciliable.

Por primera vez se trató de terminar con la corrupción a través de la transparencia del internet, lo que no se ha conseguido aún, dado el arraigo de ese cáncer en el cerebro de muchos, demasiados, infelizmente.

No se ha hecho todo, pero se marcó el inicio del respeto por la naturaleza  obviando el extremo de vivir en la pobreza sin horizonte por imponer los derechos de lo que está, responsablemente manejado, al servicio del hombre, a cuyo bienestar debe concurrir toda planificación y legislación.