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Un remezón emocional tras el terremoto del 16A

María Mero llevaba tres meses separada de su esposo, pero le bastaron 45 segundos para darse cuenta que aún lo seguía amando.

Domingo 22 Mayo 2016 | 09:00

Ese fue el tiempo que duró el terremoto del pasado 16 de abril. Aquel día él llegó a buscar a sus hijos y se encontró con una exesposa aterrada. 

En ese momento  sólo bastó un “¿cómo te encuentras?”,   para terminar abrazándose.
Desde entonces no se ha ido, permanece con ellos en un albergue improvisado. Ahora ya no importan las razones por las que la relación se terminó. María dice que el sismo, a más de su casa, destruyó los malos recuerdos. 
Después del 16A ya nada es lo mismo. Ese día la tierra tembló, pero en la vida de personas como María hubo un movimiento más fuerte, el que la psicóloga chilena Pilar Sordo llama el “terremoto del alma”. 
Se trata de los cambios emocionales que ocurren luego de una tragedia: las parejas que estaban separadas se reconcilian, la familia y vecinos se unen, además algunas enemistades terminan.
Incluso, según expertos, los matrimonios aumentan. Así pasó en Estados Unidos luego del ataque a las Torres Gemelas el 2001 y en Nepal luego del terremoto del 2015. Mientras que en Japón por el terremoto del 2011  hubo un fenómeno único: se disparó la búsqueda de pareja, pero también  los llamados “divorcios del terremoto”.
En Ecuador, Diana Mero es parte de esa corriente. Ella retomó la relación con su pareja luego del 16 de abril. Su exesposo llegó desesperado a buscar a los niños, pero ella ya los había sacado de la casa.
Preguntó por la bebé de dos meses de nacida y al ver que estaba bien le agradeció a Diana y se abrazaron por un largo instante. De allí partió todo.  “Ahora vamos a ver cómo van las cosas, ojalá y todo mejore. En estos momentos es cuando más se necesita a la familia”, añade.
La psicóloga Zoila Romero dice que después de una tragedia los lazos afectivos se fortalecen, la gente busca  apoyo social, “de repente nos volvemos humanos y vulnerables, se caen las máscaras y aflora la esencia del ser humano”, indica. 
Desde la noche del 16 de abril cada persona tuvo un terremoto individual. 
A partir de ese día algunos, como la misma psicóloga, recién conocieron a sus vecinos y muchos visitan más seguido a sus padres.
Romero señala que cuando pasa algo así, la gente se da cuenta de que necesita del otro, nadie quiere estar solo. 
“He visto que en muchos lugares toda la cuadra  se reúne y cocinan  juntos, se ayudan entre ellos, eso no pasa en todo momento, tiene que pasar esto para darse cuenta de la importancia de la persona que tienes al lado”, agrega.
Los que huyeron. Pero el 7,8 va mucho más allá. El terremoto también desató a un sinnúmero de voluntarios agradecidos porque a su familia no le pasó nada. Ellos tratan de retribuir la suerte que tuvieron en medio de la desgracia, señala Romero. 
Uno de ellos tiene nombre, pero no quiere que se sepa. Pide que le llamen Tony, como “Tony el Suizo”, el que se dedica a construir puentes para unir pueblos en el mundo.
El Tony criollo, el de Manta, va de albergue en albergue, de barrio en barrio, preguntándole a la gente qué les falta. 
Luego acude al COE (Cómite de Operaciones Emergentes) y le informa a quien le corresponda, la necesidad que tienen en tal lugar.
Este Tony es un militar retirado que todos los días toma su auto y recorre las calles de Manta para ayudar a los albergados.
Durante esta semana llegó al barrio Miraflores con un racimo de plátanos que sobró en otro refugio.
Dice estar muy agradecido con Dios porque después del terremoto acudió a su casa y su familia estaba bien. “Cómo no dar las gracias, si he visto mucha gente que lo perdido todo y yo estoy aquí vivo, mi gente está viva, no se me quebró ni un plato”, expresa.
En su recorrido Tony ha elaborado una lista de los refugios que hay en Manta. Dice que hay 25 albergues improvisados y tres oficiales. También ha identificado al menos cinco barrios que resultaron totalmente destruidos.  
En cada uno de estos lugares ha nombrado un dirigente que le mantiene informado de lo que necesitan. La semana pasada le pidieron un tanquero con agua en el barrio Jocay. Tony fue a la toma de agua y lo gestionó. Luego le solicitaron una brigada médica y dos días después la llevó. 
Desde el terremoto el hombre ha pedido la colaboración de algunos amigos y llevó comida a varias familias. Su trabajo no tiene horario. Generalmente sale a las 08h00 y regresa en la noche. Confiesa que esta es la primera vez que hace algo así. Es que asegura que también es la primera vez que ha visto la vida  escaparse tan rápido.
 La gente. Las palabras “Manta se levanta” se pueden ver en diferentes lugares de la ciudad. Hasta hace cuatro días la gente estaba enchufada en tratar de hacer aquello, pero las dos réplicas de 6,7 y 6,9 ocurridas esta semana revivieron los traumas que estaban siendo olvidados.
El jueves Francisco Paredes hacía una descripción de los cambios psicológicos ocurridos a raíz  del terremoto, que se pueden ver tan solo con salir a la calle.   
Sucede que después del terremoto el psiquiatra recibió al menos 250 pacientes con estrés agudo. Es gente que siente insomnio, náuseas, dolor de cabeza, ganas de llorar y ahogo. Esta es la reacción a un evento violento e inesperado como el sismo, explica. Aquello viene acompañado con otros síntomas como alucinaciones,  causada por miedo y horror.  
En los albergues, por ejemplo, es común escuchar las historias de personas que aseguran habrá otro terremoto en los próximos días. O aquel que vio a un anciano y {este le dijo que vendrá una réplica más fuerte. También está el caso de aquellos que anuncian tsunamis o los que apenas pasa un sismo, ya saben de qué magnitud fue y a dónde ocurrió.
Paredes dice que de estas personas hay bastantes e incluso ha escuchado historias similares, como la de la iglesia de la Virgen de Monserrate, en Montecristi. “La gente cuenta que estaban en la misa y cuando empezó el sismo todos corrieron a la entrada principal para salir, entonces  apareció una señora que dijo por aquí no, vayan por la puerta lateral, segundos después cayó la torre justo en la entrada de la puerta principal”, relata.
Eso es difícil de comprobar, es imaginación, señala el psiquitra. Dice que las personas se hallan en un estado de trance donde comienza a alucinar. 
Lo mismo ha sucedido en otras desgracias. 
Pasó en 1996, cuando cayó el avión en la Dolorosa y en el 1995, cuando fue la guerra del Cenepa. Él trabajó en ambos sucesos.
Eso sí, lo que pasó el 16 de abril va muchos más allá, sostiene Paredes. 
Es que, según él, la ciudad se puede reconstruir en cinco o seis años, pero la gente nunca olvidará las muertes y pérdida de viviendas. “No se puede decir que en un tiempo determinado el estrés postraumático va a pasar, porque eso es falso, lo que podemos hacer es aprender a sobrellevarlo”, indica. 
El psiquiatra antes de terminar la entrevista da un mensaje a la población, una consulta gratuita: “Si tiene los síntomas de estrés agudo no pase por los sitios que están destruidos y evite imágenes similares en la televisión. Grábese algo, la vida es corta y hay que vivir el momento. Reestructure sus prioridades. No guarde  nada, la gente cuida sus vajillas, sus zapatos, su ropa y al final una desgracia como la que pasó se llevó todo y no se disfrutó nada. No crea en falsos profetas, nadie puede saber cuándo ocurrirá un terremoto. Finalmente hay que estar preparados para vivir, no para morir”.
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