Al contrario de lo que se cree, una hija o un hijo cuando nace no trae un pan bajo el brazo, un manual de instrucciones, seguro de accidentes, garantía de fábrica, ni repuestos de emergencia, indica Beatriz Vicuña, terapeuta del lenguaje.
Para ella, desde que nacen deben empezar a dejarles espacio, es decir a lograr que puedan valerse por sí mismos.
La profesional lo define como “la ley de la vida”, porque un día ellos se irán y formarán su propio hogar. “Por más amor que sintamos, les debemos enseñar a desprenderse de ese sentimiento y dejar de lado el calor del hogar, para encontrar el suyo”, dice Vicuña.
Tatiana Cornejo, psicóloga infantil, menciona que aunque los hijos nacen dentro de una familia, ellos no son propiedad de los padres. Agrega que los padres se convierten en la guía que los niños necesitan para formarse como personas de bien.
Sostiene que los adultos son los que proveen cuidados y satisfacen las necesidades de los hijos según la edad de los mismos, es decir que lo que se aporta depende de la edad del menor.

> la misión. Los hijos no son propiedad de nadie, ni siquiera de la familia. Pero todos, especialmente en casa, están llamados a ayudar a los niños y adolescentes a crecer y formarse como buenos ciudadanos, como hombres y mujeres de bien.
Esa es la misión que reciben los padres cuando inicia el embarazo y por la cual deben estar concientizados de educar a los pequeños desde la cuna.
“Quienes hemos tenido la dicha de tener unos padres que nos han ayudado a respetar a los demás, amar a Dios y a vivir de un modo honesto y justo, nunca seremos capaces de darles las gracias como se merecen”, destaca Fernando Pascual. 
Quienes no son padres pueden, al menos, preguntar cómo se puede enseñar a los niños a ser de verdad buenos, no sólo en lo que es la formación científica, sino en los principios éticos.