Hay noches en que la doctora Carmen Macías sueña con el rescate de una víctima atrapada en el edificio Felipe Navarrete.

Ella había ingresado a los escombros a amputarle la pierna a una joven que estaba con vida y se encontraba atrapada entre dos losas, cuando de pronto hubo una réplica de seis segundos y tuvo que evacuar. Al retornar, la víctima había fallecido.

“Éso me marcó la vida. Pude haber hecho algo más por ella, pero desde afuera los rescatistas comenzaron a pitar para que saliéramos y evitar morir entre las ruinas”, recuerda.

La doctora revela que había decidido quedarse junto a otra rescatista para iniciar la cirugía, porque ya le habían puesto el suero y oxígeno a la víctima. 

Incluso la paciente le dijo “salga, doctora”, y ella respondió “no te voy a dejar sola”, pero la insistencia de sus compañeros fue tal, que tuvo que salir de los escombros arrastrándose por un túnel muy estrecho.

“Con todas las historias, nosotros los rescatistas tenemos sueños y pesadillas. Eso nos pasa a muchos y nos marca. De alguna manera nos preguntamos si pudimos haber hecho más o qué no hicimos. Eso es duro”, expresa.

La doctora manifiesta que otro de los hechos impactantes fue introducirse de cabeza a un hueco muy pequeño, en el hotel Miami, para aplicarle un suero a una señora que había quedado atrapada junto a sus dos hijos. Los tres fueron rescatados con vida. 

Los heridos.  Otro hecho conmovedor fue llegar a la Unidad de Vigilancia Comunitaria, donde había más de 200 pacientes albergados, y no poder atenderlos a todos. Unos estaban con heridas leves, otros estables, graves, y los últimos entre la vida y la muerte.

Incluso llegó una chica con el hierro de una cama incrustado en la rodilla. Ella fue llevada al hospital para extraerle el metal. La doctora cree que la tragedia deja una gran lección: estar prevenidos. 

Ella sugiere siempre cargar un silbato y una linterna, como medida de prevención para pedir auxilio en caso de otro terremoto.