Esta, mi primera colaboración para este medio de comunicación, El Diario, manabita, precisamente, es significativa, pues constituye un medio con historia, ligado a la vida y a la cultura de esta provincia y tan entrañable para sus ciudadanos.
A manera de homenaje a mi querida provincia, hoy sumida en tan inmenso dolor y en relación con el tema que nos ocupa, la Cultura, intento dirigir un breve enfoque hacia ella, que entre otras cosas y dentro del país, ostenta una peculiar manera de ser, un modo cultural de ser, ligados a la comprensión histórica del pueblo.
El pueblo manabita, con su gente, generosa y amable, firme y laboriosa, entre quienes encontramos a sus montubios de proverbial talante, bravíos y vitales, se destaca también entre muchas otras cosas, por su cultura gastronómica que goza de fama nacional e internacional, mediante la cual se prodigan y se identifican como un sujeto cultural muy especial, dentro del país.
Resulta evidente que en el Ecuador no existe una sola cultura. Una es la cultura del pueblo, otra, la de parcialidades indígenas; y otra, la de la clase burguesa, muchas veces, explotadoras de las otras; y en todo caso, la cultura dominante dentro del país.
Resulta desalentador para nuestro país, en particular, comprobar que amplios sectores sociales acomodados, con buena situación económica y social, que, presumiblemente, deberían mostrar un aceptable o alto desarrollo cultural, no se ajustan a esta realidad. Los sectores marginales, obviamente, suelen estar excluidos de estas bondades, aunque habría casos excepcionales.
Jorge Wagensberg, físico, escritor, investigador y divulgador catalán, opina sobre el tema: “Cultura es conocimiento transmitido por vía no genética”.
Yo me quedo con una frase de mi amigo Juan Ruales, escritor, poeta y músico imbabureño: “Cultura es todo lo que no es naturaleza”.
Manabí, por ahora, es dolor, mañana será el Manabí de siempre, y más bello aún; y a pesar de este dolor también tenemos esperanza e ilusión, ilusión purificada por el dolor.
Manabí de mis quimeras. Manabí de mi ilusión