La solidaridad ha estado en el orden del día. De casi todas las provincias del Ecuador y de muchos países de América, Europa, Asia, Oceanía y África, ha llegado la ayuda humanitaria puesta de manifiesto con alimentos, vituallas, ropa, dinero en efectivo, carpas y servicios básicos como agua y plantas eléctricas.

Y esa ayuda ha sido de índole individual, de instituciones públicas y privadas, así como de organismos internacionales de fomento y desarrollo.

Algo de gran importancia y trascendencia ha sido la participación personal de ecuatorianos y extranjeros que han venido prestando su intervención individual y colectiva en las ciudades y sitios más afectados por este terremoto, uno de los más destructores en los últimos 70 años. La gratitud nuestra será imperecedera por este accionar voluntario de todas estas personas que han ayudado a palear las necesidades puestas de manifiesto por este sismo.

Y la gratitud y el reconocimiento ecuatoriano va dirigido a los presidentes de Colombia, Bolivia y Perú por haber venido y recorrido parte de los lugares afectados. Y a más de las contribuciones que ya habían mandado, en esa visita trajeron nuevas ayudas para tratar de aliviar las necesidades de tantas familias damnificadas.

El gobierno central, con su diversidad de ministerios y organismos gubernamentales, puso su mano solidaria y de ayuda desde el primer momento. El presidente de la República recorrió todos los lugares afectados en Manabí y Esmeraldas, llevando su cariño y manifestando la esperanza por una pronta reconstrucción ante tanto dolor y tanta tragedia por los varios cientos de fallecidos, miles de heridos y la destrucción de casas y edificios en todos lados. 

Lo que sí es necesario es que no se siga aprovechando la ocasión para la propaganda política para la reelección presidencial y por el partido del gobierno.

Prefecturas, municipios, juntas parroquiales e instituciones públicas y privadas tendrán por siempre la gratitud ciudadana, porque sin la participación de ellos no sé qué hubiera pasado ante tanta desgracia.

No hemos querido dar nombres, porque son tantos, que este comentario hubiera sido insuficiente en su espacio. Pero en la mente de todos permanecerán por siempre. Y meses más adelante, cuando vuelva la calma y la tranquilidad, se publicarán. Así lo propongo ahora.

Me solidarizo con la gratitud general. Y termino diciendo ¡Adelante manabas! ¡Adelante Manabí!